Luis Alberto Salvatierra ama la tradición católica en la que han sido forjados casi la unanimidad de los santos y tiene, por eso mismo, serias dudas con respecto a los modales del “novus ordo” que a lo sumo ha engendrado teresas forcades, obispos lugos, leonardos boff y padres albertos cutie al por mayor.
El Diácono Luis Alberto Salvatierra considera con justa razón que el dogma de Vaticano II por el cual es compatible el Dios cristiano con el dios de otras creencias (musulmanes, hindúes y judíos) estaría perfecto para un libro de Samael Aun Weor o de Antony de Mello, pero jamás como incólume “jurisprudencia” dentro del Magisterio de una Iglesia por la que ofrendaron su vida santo Tomás Moro, los mártires vietnamitas y tantos otros que sería imposible resumir en estas líneas.
Luis Alberto Salvatierra es, en suma, un católico de verdad. No de esos católicos de dientes para afuera que le prenden una vela a Cristo y otra al “padrecito Carlos Marx”, o de aquellos otros gnóstico-pentecostales que llaman a su innegable talento para el histrionismo esquizoide “dones del Espíritu Santo”.
Pero, es precisamente a causa de estos “imperdonables pecados” que Monseñor Juan Ignacio González, obispo de San Bernardo, le ha solicitado al diácono Luis Alberto Salvatierra abandonar el ministerio que por derecho propio le correspondía.
Valiosísimo regalo que la Iglesia chilena le ofrenda a Baal nada menos que en plena cuchipanda por el año sacerdotal, y que significa no solo una afrenta al encomiable esfuerzo que Su Santidad Benedicto XVI realiza por reformar dialéctica y santamente los abusos y estragos que la reforma ha provocado en la liturgia, sino un verdadero escupitajo sobre la Santa Tradición, los afanes de “Ecclesia Dei” y los propios encuentros de la Santa Sede con los simpáticos amigos de la FSSPX.
La respuesta del Diácono no ha podido ser más ardiente y conmovedora: “Me quedo arriba en la Cruz con Cristo y no abajo de ella con Anás y Caifás”. Mentiría si digo que conozco a un solo sacerdote engendrado por el Vaticano II, y que tenga la edad de Luis Alberto, que sea capaz de decir algo tan resuelto: el “novus ordo” ha reducido el ímpetu de los profetas jóvenes a los cloqueos light de las “misas bailables”.
Las palabras del Diácono (con mayúsculas) Luis Albero me han hecho acordar también lo escrito por el padre Raúl Plus en su bonita obra “La Locura de la Cruz”, en la que nos dibuja a un Cristo atormentado en el Monte de la Redención imprecando: “¡Cuáles serán los frutos de mi cruz! ¡Entre un millar y medio de vivientes, aún un millar de paganos! De los quinientos millones que conocerá mi nombre, la mitad vivirá en el cisma y en la herejía; …y aún entre estos doscientos setenta y dos millones de católicos restantes ¡cuántos, cuántos podrán llamarse verdaderamente “FIELES”!
Vaticano II pretendió “aggiornar” el espíritu de la Iglesia y terminó secuestrada en un sótano sin agua ni luz. Quiso acercarse al mundo en lugar de acercar el mundo a su seno. Como consecuencia sus seminarios, en donde antes resonaba el canto gregoriano, se abarrotó de cantos de grillo y ecos fantasmales, y su bellísima y respetable liturgia pasó a ser, para el inconsciente colectivo, un acto folclórico únicamente útil para determinados protocolos civiles. Y , si bien es cierto que la gente “entiende” un poco más a los curas, resulta que cada día entiende menos a Dios: y allí tenemos a la pobre humanidad doliente, mariposeando de secta en secta, en pos de una madriguera que mejor se acomode a sus intereses personales.
La situación es tan grave, que por lo menos en Francia, si no fuera por los sacerdotes “tradicionalistas” –esos que tanto odia Monseñor Gonzáles- la Única Iglesia que Cristo fundó perdería por un rotundo “walk over”.
En la blogósfera el asunto mas patente. Los mejores lugares católicos, en donde se puede disfrutar de una mejor apologética, patrología o teología; los ciberpaisajes en donde se encuentra un más suculento amor por la Doctrina son precisamente en los sitios tradicionalistas –o, por lo menos, con cierta tendencia conservadora-. Porque los sitios de los católicos light son antros insípidos donde se rebuzna materialismo dialéctico, se copia y pega frivolidades, se enlaza videos de herejes protestantes y, en suma, no se tarda mucho para encontrar un gravísimo error doctrinal. (Hace poco me llegó un boletín del “Opus Dei” –si, el mismo que hace delirar al obispo antitradi-haciendo referencia nada menos que a la posible veracidad de las “profecías mayas”..¡Plop!)
Esperamos sinceramente que lo acaecido al Diácono Luis Alberto Salvatierra signifique un punto de inflexión para nuestra amada Iglesia, cada día más acorralada por las jaurías de Asmodeo.
El Diácono Luis Alberto Salvatierra considera con justa razón que el dogma de Vaticano II por el cual es compatible el Dios cristiano con el dios de otras creencias (musulmanes, hindúes y judíos) estaría perfecto para un libro de Samael Aun Weor o de Antony de Mello, pero jamás como incólume “jurisprudencia” dentro del Magisterio de una Iglesia por la que ofrendaron su vida santo Tomás Moro, los mártires vietnamitas y tantos otros que sería imposible resumir en estas líneas.
Luis Alberto Salvatierra es, en suma, un católico de verdad. No de esos católicos de dientes para afuera que le prenden una vela a Cristo y otra al “padrecito Carlos Marx”, o de aquellos otros gnóstico-pentecostales que llaman a su innegable talento para el histrionismo esquizoide “dones del Espíritu Santo”.
Pero, es precisamente a causa de estos “imperdonables pecados” que Monseñor Juan Ignacio González, obispo de San Bernardo, le ha solicitado al diácono Luis Alberto Salvatierra abandonar el ministerio que por derecho propio le correspondía.
Valiosísimo regalo que la Iglesia chilena le ofrenda a Baal nada menos que en plena cuchipanda por el año sacerdotal, y que significa no solo una afrenta al encomiable esfuerzo que Su Santidad Benedicto XVI realiza por reformar dialéctica y santamente los abusos y estragos que la reforma ha provocado en la liturgia, sino un verdadero escupitajo sobre la Santa Tradición, los afanes de “Ecclesia Dei” y los propios encuentros de la Santa Sede con los simpáticos amigos de la FSSPX.
La respuesta del Diácono no ha podido ser más ardiente y conmovedora: “Me quedo arriba en la Cruz con Cristo y no abajo de ella con Anás y Caifás”. Mentiría si digo que conozco a un solo sacerdote engendrado por el Vaticano II, y que tenga la edad de Luis Alberto, que sea capaz de decir algo tan resuelto: el “novus ordo” ha reducido el ímpetu de los profetas jóvenes a los cloqueos light de las “misas bailables”.
Las palabras del Diácono (con mayúsculas) Luis Albero me han hecho acordar también lo escrito por el padre Raúl Plus en su bonita obra “La Locura de la Cruz”, en la que nos dibuja a un Cristo atormentado en el Monte de la Redención imprecando: “¡Cuáles serán los frutos de mi cruz! ¡Entre un millar y medio de vivientes, aún un millar de paganos! De los quinientos millones que conocerá mi nombre, la mitad vivirá en el cisma y en la herejía; …y aún entre estos doscientos setenta y dos millones de católicos restantes ¡cuántos, cuántos podrán llamarse verdaderamente “FIELES”!
Vaticano II pretendió “aggiornar” el espíritu de la Iglesia y terminó secuestrada en un sótano sin agua ni luz. Quiso acercarse al mundo en lugar de acercar el mundo a su seno. Como consecuencia sus seminarios, en donde antes resonaba el canto gregoriano, se abarrotó de cantos de grillo y ecos fantasmales, y su bellísima y respetable liturgia pasó a ser, para el inconsciente colectivo, un acto folclórico únicamente útil para determinados protocolos civiles. Y , si bien es cierto que la gente “entiende” un poco más a los curas, resulta que cada día entiende menos a Dios: y allí tenemos a la pobre humanidad doliente, mariposeando de secta en secta, en pos de una madriguera que mejor se acomode a sus intereses personales.
La situación es tan grave, que por lo menos en Francia, si no fuera por los sacerdotes “tradicionalistas” –esos que tanto odia Monseñor Gonzáles- la Única Iglesia que Cristo fundó perdería por un rotundo “walk over”.
En la blogósfera el asunto mas patente. Los mejores lugares católicos, en donde se puede disfrutar de una mejor apologética, patrología o teología; los ciberpaisajes en donde se encuentra un más suculento amor por la Doctrina son precisamente en los sitios tradicionalistas –o, por lo menos, con cierta tendencia conservadora-. Porque los sitios de los católicos light son antros insípidos donde se rebuzna materialismo dialéctico, se copia y pega frivolidades, se enlaza videos de herejes protestantes y, en suma, no se tarda mucho para encontrar un gravísimo error doctrinal. (Hace poco me llegó un boletín del “Opus Dei” –si, el mismo que hace delirar al obispo antitradi-haciendo referencia nada menos que a la posible veracidad de las “profecías mayas”..¡Plop!)
Esperamos sinceramente que lo acaecido al Diácono Luis Alberto Salvatierra signifique un punto de inflexión para nuestra amada Iglesia, cada día más acorralada por las jaurías de Asmodeo.
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