jueves

Ominosas Supresiones en la Nueva Misa con respecto a la Tradicional

Los innovadores conciliares emplearon dos técnicas para depurar la Misa de Siempre (la Tridentina) de doctrinas auténtica e históricamente católicas —la omisión y la castración entre el 60 y el 80 por ciento de la Misa tradicional se suprimió. Yo le pido al lector que compare el Nuevo Orden de la Misa con el Rito Tradicional, como se encuentra en cualquier misal antiguo publicado durante los últimos 500 años —es decir, antes de 1960. (Los misales antiguos normalmente están en latín por un lado y en lengua moderna por el otro.) El número de oraciones desaparecidas es asombroso.
Están perdidas todas las oraciones dichas al pie del altar (nótese, la Misa Tradicional no se decía sobre una «mesa»), incluyendo el Salmo 42 y el Aufer a nobis . El aspecto personal de la confesión reflejado en la oración Confiteor es reemplazado por un truncado «Rito Penitencial» que hace hincapié en los pecados contra «nuestros hermanos y hermanas». La oración para la absolución (Indulgentiam) se omite.
En el Ofertorio, el Suscipe Santcte Pater, el Deus qui Humanae, el Offerimus tibi, el Veni Santificator, el Lavabo (Salmo 25), y el Suscipe Sancta han desaparecido todos. Nótese cuántos conceptos doctrinales fueron proclamados claramente en estas oraciones, que parecen encontrar inaceptables los innovadores litúrgicos. Sólo el In Spiritu Humilitatis y el Orate Fratres se han mantenido, y esto, como veremos, por razones específicas. En el Canon, si el «presidente»(1) prefiere no usar «la Plegaria Eucarística Nº 1» (que está falsamente etiquetada de Canon romano antiguo, y que, siendo la Oración Eucarística más larga, de hecho se usa raramente), se han anulado las siguientes seis oraciones antes de la muy cuestionable Consagración:
Te Igitur, Memento Domine, Communicantes, Hanc Igitur, Quam Oblationem y Qui Pridie.
Después de la Consagración se suprimen las siete plegarias siguientes, el Unde et Memores, Supra quae Propitio, Supplices Te Rogamus, Memento Etiam, Nobis quoque Peccatoribus, el Per Quem haec Omnia y el Per Ipsum. Por si esto no fuera suficiente, también han sido suprimidas las siguientes plegarias usadas a continuación del «Padrenuestro»: a saber, el Panem Coelestem, Quid Retribuam, el segundo Confiteor, el Misereatur y el Indulgentiam. También se ha eliminado el triple Domine Non sum Dignus, el Corpus Tuum, el Placeat Tibi y el último Evangelio.
De nuevo, se deben considerar los innumerables conceptos doctrinales que se han echado en el olvido por estos cambios —y por encima de todo, cualquier referencia a la Misa como siendo un sacrificio immolativo y la necesidad de un verdadero sacerdote sacrificador para ofrecerla. Y esto sin mencionar las genuflexiones, las Señales de la Cruz, las bendiciones, las reverencias al Sagrario, los besos al altar y otras acciones del sacerdote que también se han cancelado. Demasiado para la primera técnica de supresión, a saber, la omisión positiva.
Un ejemplo excelente de la segunda técnica de supresión —es decir, el uso de la castración— es proporcionado por los cambios hechos en la plegaria Libera nos que sigue al «Padrenuestro». En el Rito Tradicional se lee:

Te rogamos, Señor, que nos libres de todos los males pasados, presentes y futuros; y por la intercesión de la santa y gloriosa siempre virgen María, Madre de Dios, con Tus santos Apóstoles Pedro y Pablo, Andrés y todos los santos, concédenos propicia paz en nuestros días, para que, ayudados de Tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y seguros de toda perturbación
Ahora se lee:
Líbranos, Señor, de todos los males y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador, Jesucristo.

Nótese que se han eliminado las referencias a la Bienaventurada Virgen, los Apóstoles y todos los santos. Parecería de esto que su intercesión ya no se requiere —probablemente porque ofendería a las sensibilidades protestantes y así frustraría el intento «pastoral» del rito.
Nótese que tanto en la técnica de ambigüedad como en la de eliminación los innovadores no pueden ser acusados de «cambiar» directamente la enseñanza católica —sólo de ignorarla. Este patrón es constante a lo largo de la Nueva Misa: todas las referencias claras a la naturaleza propiciatoria (que expía) e impetratoria (que ruega) de la Misa están eliminadas. Toda referencia explícita al sacrificio inmolativo de una víctima y a la Presencia Real es anulada. El residuo es meramente un «sacrificio de alabanza y acción de gracias», tal como encuentran aceptable los protestantes. Mientras que es verdad que los adultos, bien formados en la Fe católica, pueden tener algún grado de protección de las ambigüedades y supresiones en la Nueva Misa, pero recordando también la conexión muy directa e importante entre plegaria y creencia —bellamente expresada en la famosa y concisa expresión latina, Lex orandi, lex credendi («la manera de orar es [lleva a] la manera de creer»)— debemos preguntar ¿CÓMO pueden evitar nuestros hijos tener sus creencias religiosas neutralizadas por un rito en el que se ha eliminado la mención de los elementos de expiación y sacrificio?
Mientras que la mayoría de los católicos, acostumbrados a confiar en lo que Roma ha prescrito, estuvieron de acuerdo con los cambios litúrgicos del Concilio Vaticano II, otros protestaron fuertemente. Petición tras petición fue enviada a Roma, y todas fueron ignoradas persistentemente. (2) Pablo VI, al parecer deseando fomentar la Revolución Litúrgica sin perder ningún creyente, dio sus usuales respuestas contradictorias. Nos dijo por un lado que el Nuevo Orden de la Misa había cambiado de «un modo asombroso y extraordinario», que «era singularmente nuevo» y que «la innovación más grande [él usó la palabra “mutación”] estaba en la Plegaria Eucarística».(3) Por otro lado, encontró necesario asegurarnos repetidamente que «nada había cambiado en la esencia de la Misa tradicional».(4) Otro testigo era más honrado y sincero. El Padre Joseph Gelineau, S.J., uno de los periti («expertos» consejeros teológicos) conciliares, declaró sin ambages que el resultado final de todos los cambios en la liturgia era «una liturgia diferente de la Misa». Él continuó: «Hay que decir esto sin ambigüedad: el rito romano como nosotros le conocimos ya no existe. Ha sido destruido».(5) El Cardenal Benelli, uno de los arquitectos principales de la nueva liturgia, declaró que la nueva liturgia refleja una «nueva eclesiología».(6) El liturgista Padre Louis Bouyer opinó que «La liturgia católica ha sido derrocada bajo el pretexto de hacerla más compatible con la perspectiva con temporánea».(7) Finalmente, el Arzobispo Bugnini, funcionario ejecutivo de Pablo VI en la creación del Novus Ordo Missae, describió el resultado como «una nueva canción » y como «la conquista de la Iglesia».(8) A pesar de todo esto, Pablo VI, insistió: «Estad muy seguros de una cosa: nada substancial de la Misa tradicional ha sido alterado ». (DOL., No. 1759). No había ninguna disminución o disculpa, o cambio en la Nueva Misa, para complacer las quejas legítimas de los católicos perspicaces, preocupados, o para contestar las muchas quejas publicadas sobre los problemas de la Nueva Misa. Estos cambios —que apropiadamente se han llamado «La Revolución Litúrgica»— devinieron un fait accompli.

Los Autores de la Nueva Misa
Nosotros sabemos que finalmente el Espíritu Santo es el autor de la Misa Tradicional, «la cosa más hermosa de este lado de Cielo», como el P. Frederick Faber la llamó. Según el Concilio de Trento, la parte central de la Misa, llamada Canon, «Está compuesto de las palabras mismas del Señor, de las tradiciones de los apóstoles y de las piadosas instituciones de los santos Pontífices». El núcleo del Canon se remonta al menos a la mitad del siglo cuarto. Antes de ese tiempo, los archivos históricos son escasos, porque la Iglesia estaba bajo persecución. (La última de las 10 grandes persecuciones romanas acabó en 304.) Sin embargo, como el historiador anglicano Sir William Palmer declara, «hay buenas razones para remitir su composición original a la Edad Apostólica». El Canon fue considerado tan sagrado que los primeros sacramentarios lo escribieron en tinta de oro y los teólogos medievales se refirieron a él como el «Santo de los Santos». No es de extrañar que el Padre Louis Bouyer dijera una vez, «desecharlo sería un rechazo de cualquier demanda por parte de la Iglesia romana a representar la verdadera Iglesia católica». En cuanto a las plegarias y ceremonias que rodean al Canon, están todas sacadas de la Escritura y/o la Tradición.
Cuando llegamos al Novus Ordo Missae, nosotros también conocemos a sus autores. Mientras que Pablo VI era formal y jurídicamente el responsable, fue compuesto de hecho por un comité llamado Concilium que consistía en unos 200 individuos muchos de los cuales habían hecho las veces de periti («expertos») Conciliares durante el Concilio Vaticano II. A su cabeza estaba el Arzobispo Annibale Bugnini cuyas conexiones francmasónicas están virtualmente fuera de discusión. El Concilium fue auxiliado por seis «observadores» protestantes, a quienes Pablo VI dio las gracias públicamente por su ayuda en la «reedición, de una manera nueva, de los textos litúrgico a fin de que la lex orandi (la norma de orar) se conforme mejor con la lex credendi (la norma de creer)». Como previamente hemos citado, nosotros estamos forzados aceptar que o la lex orandi anterior a esta época no se conformaba muy bien a la lex credendi —o bien que la lex credendi fue cambiada. ¿Y desde cuándo la Iglesia necesitó la ayuda de protestantes, herejes —hombres que por definición rechazan su enseñanza— para asistirla en la formulación de sus ritos?Considerado el fondo de esos responsables de la creación de la Nueva Misa y considerando su notable desviación en el asunto y representación de la Misa Tradicional (como veremos posteriormente), a pesar del uso blando en la Nueva Misa de frases escriturarias, uno puede cuestionar seriamente si el Espíritu Santo tuvo algo que ver con su creación.

NOTAS:
1.- Al referirnos al sacerdote como un «presidente» estamos siguiendo sólo el modelo establecido por
la Nueva «Instrucción General» de la Misa.
2.-Un grupo de 400 peregrinos caminó de París a Roma para pedir a Pablo VI que les concediera permiso para usar la Misa Tradicional, es decir la llamada Misa «Tridentina». Él estaba demasiado ocupado para verlos. Después, se supo que en el momento de su llegada estaba atendiendo al equipo belga de fútbol.
3.- «Habría que entender bien los motivos para semejante gran cambio introducido [en la Misa]...Ello es la voluntad de Cristo. Es el aliento del Espíritu que llama a la Iglesia a esta mutación» (Audiencia general, 26 de Noviembre de 1969). Según el abogado Canónico Hermano Capello, una «mutación» que fuera sustancial en la forma de un Sacramento lo invalidaría. (De Sacramentis [Roma: Marietti, n.d.], pág. 33.) Cf. también Missale Romanum de Pablo VI, el 3 de abril de 1969.
4.- Documentos sobre la Liturgia 1963-1979, Textos Conciliares, Papales y Curiales (Collegeville, MN,: The Liturgical Press, 1983), párrafo 1757. Esta colección se cita de ahora en adelante como «DOL» [Documents on the Liturgy], seguido por un número del párrafo.
5.- Michael Davies, Liturgical Revolution —Pope Paul's New Mass (Dickinson, TX: Angelus Press, 1980), p. 17 (citado de ahora en adelante como “PPNM”.).
6.- Christian Order, Octubre de 1978. La cita completa es de interés. Informando sobre una conversación: «Al final, el Dr. Saventham preguntó al prelado si no podría ser permitida la liturgia tradicional al lado de la nueva. La respuesta fue turbadora: “¡Señor, todas estas reformas van en la misma dirección, mientras que la vieja Misa representa una eclesiología diferente!”. El Dr. Saventham dijo: “¡Monseñor, lo que usted ha dicho es una atrocidad!”». Poco después de esto Benelli era hecho Cardenal por Pablo VI, y Michael Davies lo describe como «un portavoz más autoritario para la Iglesia posconciliar».
7.- P. Louis Bouyer, Religeux et Clerics Contra Dieu (París, 1975), citado por Michael Davies, PPNM. El P. Bouyer, un convertido del luteranismo, inicialmente apoyó la reforma litúrgica, pero pronto llegó a la conclusión de que el proceso había ido demasiado lejos.
8.- Notitiae, Abril de 1974, p. 126: ver también P. Coughlan, The New Eucharistic Prayers (Londres, 1968), p. 5.
Graficos: Notese la abismal diferencia de la solemnidad sacra de la verdadera misa frente a las terribles desviaciones que produce el Novus Ordo Misae en dversas comunidades pseudo católicas

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