Para los cristianos poco familiarizados con el Corán puede resultarles sorprendente los notables títulos que este Libro le otorga a Jesús de Nazareth –Isá, de acuerdo a la denominación arábiga-, y que no se le concede a ningún otro personaje dentro de la misma Obra: Mesías, Verbo de Dios y Espíritu de Dios. Además, no habla nunca ni de pecado, ni de perdón, a propósito del mismo. Su persona, aunque evocada de forma muy alusiva, se presenta dentro de un marco que le es propio, con sus milagros y su inmensa bondad. Estos rasgos, que podrían hacer pensar en un eco de los dogmas cristianos, han sido interpretados siempre en tierras del islam en un sentido restrictivo, de acuerdo con la enseñanza general del Corán. Jesús, dicen sus apologetas, es llamado Verbo de Dios (que es un adjetivo que, sin duda, procede del evangelio de Juan) porque fue creado por una palabra de Dios, directamente, sin intervención del padre, del mismo modo que había ocurrido con Adán. A pesar de todo, estos títulos han impresionado a algunos musulmanes y les han hecho reflexionar, mientras que la inmensa mayoría sólo veía en ellos lo que ve la tradición musulmana. Al subrayarlos, los cristianos no hacen más que atraer la atención de los musulmanes hacia una apertura posible.
Sin embargo, para una completa aceptación de la figura de Jesús como el Cristo y Dios Hijo, el Corán ofrece una barrera infranqueable. El Jesús cristiano, en efecto, reúne en su sola naturaleza personal las naturalezas divina y humana reunidas. El Corán argumenta que Jesús no puede ser de rango divino. Si Jesús camina, si va por los zocos, si come, es por todo lo que hay de humano en su vida. Pues bien, los cristianos en la época en que los musulmanes discutían entre sí sobre el problema de la creación o del carácter no creado del Corán (entre los siglos VIII y IX), pusieron ya en paralelismo el caso de Jesús y del Corán. En ambos lados los fieles veían la Palabra de Dios, divina, encarnada en o creado. Si Jesús caminaba, si pasaba hambre, el Corán por su parte estaba hecho de papel, de tinta, etc. se trataba de mostrar que esa unión de lo creado y de lo increado no era una invención blasfema de unos discípulos infieles a Jesús, sino que estaba en el germen de toda Escritura dada por Dios a los hombres. Por un lado, el Verbo se hizo carne; por otro, el Verbo se hizo libro.
Buscando una apologética oportuna
En general, se ha planteado muchas veces –especialmente por parte de los cristianos que habitan en tierras mayoritariamente musulmanas- si es oportuno apoyarse en los textos musulmanes para hablar de Jesús como cristianos. En efecto, si el musulmán sólo se fía del Corán y si nuestras Escrituras ni los mismos hechos históricos tienen importancia alguna cuando hablan del Corán, se han preguntado si, a partir solamente del Corán, sería posible llegar al dogma cristiano.
En muchos casos, la manera de proceder de estos cristianos se parece más a ciertos juegos de manos que a un estudio objetivo. Así sucedió cuando cambiando un acusativo en genitivo por la modificación de una vocal que no permite ninguna traducción textual, y a pesar dde la enseñanza explícita de todo el resto del Corán, un orientalista cristiano de comienzos de siglo quiso encontrar la afirmación de la divinidad en Cristo en un versículo del Corán. Esto no es serio, y ningún musulmán aceptaría semejante manipulación, que pasó desapercibida a sus ojos.
En cuanto al misterio de la unidad de Dios, los cristianos han intentado mostrar a los musulmanes que esta unidad no era una unidad monolítica, al estilo del uno (1) matemático. Al contrario, esa unidad era compatible con cierta multiplicidad, la de los Atributos Divinos. La unidad de la esencia Divina admitía una multiplicidad de atributos (los llamados 99 Nombres Divinos, por ejemplo). En esta línea, y sabiendo que las palabras de naturaleza y de sustancia tienen en árabe ciertas resonancias que chocan cuando se aplican a Dios y que, por tanto, hay que evitar, se buscan analogías que faciliten la exposición de la doctrina cristiana: porque la Esencia Divina es una, mientras que las Tres Personas Consubstanciales no son más que relaciones subsistentes.
Un acuerdo necesariamente radical
Toda verdadera comprensión islamo-cristiana sobre la persona de Jesús seguirá siendo difícil mientras Jesús no sea conocido de manera distinta de cómo aparece en el Corán. La fe cristiana se basa en una experiencia de la persona de Jesús, de su conducta, de su bondad y de lo que reveló por medio de sus actos y de su vida, tanto como por sus palabras; o, más exactamente, la revelación se expresó por el conjunto inseparable de su vida y de sus palabras.
Sin esa experiencia, un teólogo está condenado a manejar meros conceptos teóricos sin resultados fecundos.
Sin embargo, para una completa aceptación de la figura de Jesús como el Cristo y Dios Hijo, el Corán ofrece una barrera infranqueable. El Jesús cristiano, en efecto, reúne en su sola naturaleza personal las naturalezas divina y humana reunidas. El Corán argumenta que Jesús no puede ser de rango divino. Si Jesús camina, si va por los zocos, si come, es por todo lo que hay de humano en su vida. Pues bien, los cristianos en la época en que los musulmanes discutían entre sí sobre el problema de la creación o del carácter no creado del Corán (entre los siglos VIII y IX), pusieron ya en paralelismo el caso de Jesús y del Corán. En ambos lados los fieles veían la Palabra de Dios, divina, encarnada en o creado. Si Jesús caminaba, si pasaba hambre, el Corán por su parte estaba hecho de papel, de tinta, etc. se trataba de mostrar que esa unión de lo creado y de lo increado no era una invención blasfema de unos discípulos infieles a Jesús, sino que estaba en el germen de toda Escritura dada por Dios a los hombres. Por un lado, el Verbo se hizo carne; por otro, el Verbo se hizo libro.
Buscando una apologética oportuna
En general, se ha planteado muchas veces –especialmente por parte de los cristianos que habitan en tierras mayoritariamente musulmanas- si es oportuno apoyarse en los textos musulmanes para hablar de Jesús como cristianos. En efecto, si el musulmán sólo se fía del Corán y si nuestras Escrituras ni los mismos hechos históricos tienen importancia alguna cuando hablan del Corán, se han preguntado si, a partir solamente del Corán, sería posible llegar al dogma cristiano.
En muchos casos, la manera de proceder de estos cristianos se parece más a ciertos juegos de manos que a un estudio objetivo. Así sucedió cuando cambiando un acusativo en genitivo por la modificación de una vocal que no permite ninguna traducción textual, y a pesar dde la enseñanza explícita de todo el resto del Corán, un orientalista cristiano de comienzos de siglo quiso encontrar la afirmación de la divinidad en Cristo en un versículo del Corán. Esto no es serio, y ningún musulmán aceptaría semejante manipulación, que pasó desapercibida a sus ojos.
En cuanto al misterio de la unidad de Dios, los cristianos han intentado mostrar a los musulmanes que esta unidad no era una unidad monolítica, al estilo del uno (1) matemático. Al contrario, esa unidad era compatible con cierta multiplicidad, la de los Atributos Divinos. La unidad de la esencia Divina admitía una multiplicidad de atributos (los llamados 99 Nombres Divinos, por ejemplo). En esta línea, y sabiendo que las palabras de naturaleza y de sustancia tienen en árabe ciertas resonancias que chocan cuando se aplican a Dios y que, por tanto, hay que evitar, se buscan analogías que faciliten la exposición de la doctrina cristiana: porque la Esencia Divina es una, mientras que las Tres Personas Consubstanciales no son más que relaciones subsistentes.
Un acuerdo necesariamente radical
Toda verdadera comprensión islamo-cristiana sobre la persona de Jesús seguirá siendo difícil mientras Jesús no sea conocido de manera distinta de cómo aparece en el Corán. La fe cristiana se basa en una experiencia de la persona de Jesús, de su conducta, de su bondad y de lo que reveló por medio de sus actos y de su vida, tanto como por sus palabras; o, más exactamente, la revelación se expresó por el conjunto inseparable de su vida y de sus palabras.
Sin esa experiencia, un teólogo está condenado a manejar meros conceptos teóricos sin resultados fecundos.
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