martes

Incompatibilidades fundamentales entre la Buena Nueva con la “Nueva Era” I

Siempre he considerado el creciente abandono de la difusión de la mística cristiana, la banalización de la santidad -de acuerdo a los frívolos sistemas de catequesis postconciliares, esa especie de sistema salesiano descafeinado vía Disney Chanel-, la renuncia a la simbología sacra (como son la misa tradicional, el canto gregoriano, el agua bendita, el vestuario litúrgico, etc.) como los principales alicientes para la difusión de la doctrina sincrética de la “New Age” entre la juventud contemporánea.
En efecto, todo aquello que el prurito conciliar desechó del legado litúrgico religioso cristiano a fin de “adecuarse a la sensibilidad contemporánea”, terminó cayendo en manos de los paladines de la “New Age”, quienes tras trivializado ad nauseam, lo ofrecieron luego a una masa cada vez más sedienta de realización espiritual, esto en medio de una auténtica feria de vanidades gurú.
Tenemos, por ejemplo, que la cacareada “impopularidad de una lengua muerta como el latín” se queda sin argumentos frente a multitud de chicos que se memorizan mantrams y cánticos en sánscrito para alcanzar un apetecible nirvana; la erradicación de crucifijos del cuello y mantillas de la cabeza solo ha dado pie a un incontable número de amuletos cabalísticos o chamánicos que desfilan en las calles por doquier; la falta de incienso en los templos cristianos parece ser compensado por el pachuli de los bazares y las resinas especialmente confeccionadas para meditar. Y así, la lista resulta interminable.
Pero si en algo se asemejan la frivolidad del cristianismo “aggiornado” con la fruslería de la New Age es precisamente en la percepción que ambas tienen de una religión light, sincrética, relativista en sus rituales y en sus dogmas, hecha a la medida y gusto del cliente. Ambas parten de ciertos principios comunes al gnosticismo (ecumenismo o sincretismo religioso, universalidad del sacerdocio, latencia omnipresente de un Ser o Cristo íntimo según los modales védicos, etc.) pero que, lejos de asumir una disciplina “iniciática” que anima los auténticos cultos gnósticos (y también los budistas o chamánicos) se amodorran en estrategias facilistas que son mas bien afines al protestantismo. Falsa conciliación de opuestos que se aniquilan por lógica; ello no es ni chicha ni limonada…ni nada. Dramática coincidencia pues para dos corrientes (el neocristianismo impreciso y la frivolidad new age) que parecen salidas de una misma súper-cabeza, posiblemente oriunda de una pestífera logia-laboratorio con piso de ajedrez. Asumir cualquiera de estas posturas pseudo religiosas es recorrer el camino opuesto de la santidad cristiana, que es el de la philokalia y de la metanoia fundamentalmente.
Los jesuitas (¡ay, los jesuitas!) Tony de Mello, John Carmody, Kadowaki J. Kakichi e Ignacio Larrañaga son prueba evidente de lo parientes que pueden resultar el relativismo católico con la “New Age”, lo mismo que las vacilaciones doctrinales de los paladines de la nefanda “teología de liberación”: Leonardo Boff, Frei Betto (autores de los sendos panfletos “acuarianos”: “Mística y Espiritualidad”, "Nueva Era: La Civilización Planetaria” y "Ecología, mundialización, espiritual”) Jean Marc Ela o Gustavo Gutiérrez son bastante afines a las proclamas anarco-religiosas de los llamados escuadrones “conscientes”, comandos “jedis” e insurgentes anti-chemtrails de hoy en día (que no son otra cosa que los hippies guerrilleros de los 60, pero que han reemplazado el mate de coca por las drogas sintéticas, al Che Guevara por algún extraterrestre, a Engels por Icke, al “Capital” por el “Libro de Urantia”, a los “cochinos imperialistas” por “reptilianos annunakis” y los panfletos de Sartre por el blog de Rafapal).
Entendiendo entonces que la doctrina de la “Nueva Era” si bien toma elementos de religiones con sistemas conocidos como el budismo, el vedismo o el cristianismo, pero que no es por ello propiamente budista, védica o cristiana; y que del mismo modo, toma elementos de cultos gnósticos, esotéricos o chamánicos, pero que tampoco se podría definir siempre con precisión dentro de uno de estos esquemas; pasaremos a diferenciar los elementos fundamentales de dicho sistema con los de la espiritualidad verdaderamente cristiana.


1. El Dios cristiano vs. La “energía” new age
La Nueva Era entiende a Dios como un ser impersonal, una energía sin nombre. El cosmos no es considerado una creación, pues no existe un Dios Creador. Todo es este sistema constituye una emanación de una cierta “vaga energía”, que está regida por las leyes de causa y efecto.
Esto sería una especie de reactualización grotesca de las doctrinas de los peores alumnos de Tales de Mileto: Anaximandro, Anaximenes o Diógenes de Apolonia. Al no reconocer a un solo Dios inmortal e infinito, se quedan a las puertas del relativismo, la anarquía e incluso del ateísmo. Por eso entre los adeptos del “new age”, lo mismo que entre los protestantes (que creen en la libre interpretación de las Escrituras), no hay tampoco un esquema moral fijo: lo mismo pueden apoyar el aborto que hacer el baile de los derviches (sin ser derviches); disfrutar de las peores aberraciones sexuales que usar ayahuasca para pretender “elevar el espíritu”.
La fe cristiana, por el contrario, enseña que existe un solo Dios. Si Dios fuese emanación de esa “vaga energía” no sería Dios. Tal como lo establece Santo Tomás de Aquino:
“Lo que necesariamente ha de recibir de Dios el ser no existiría, si Dios no existiese. Es así que nada puede ser, excepto el mismo Dios, si no recibe de El la existencia. Luego si no hubiese Dios, no podría existir cosa alguna”.
La susodicha “vaga energía”, de existir, sería en todo caso una creación divina, por cuanto lo que existe y puede no existir, depende, en último análisis, de algo que existe necesariamente, y a este algo llamamos Dios. Es así que nada de lo que existe, excepto Dios, existe por sí mismo, esto es, en virtud de exigencia forzosa de su naturaleza. Luego necesariamente ha de recibir de Dios la existencia. Nada ni ninguno puede existir por sí mismo, excepto Dios.
El Dios de los cristianos es un Espíritu en tres Personas; Creador y Soberano Señor de todas las cosas. Al decir que es Espíritu, no es de acuerdo con el vago concepto que los adeptos de la “nueva era” entienden de semejante término, denominarle Espíritu entraña que Dios no tiene cuerpo como nosotros, sino que está en absoluto exento de materia y de cualquier elemento extraño a su ser . Dios es, en el sentido más absoluto y trascendental, el SER por esencia, y las demás cosas son seres particulares, son tales o cuales seres, no el Ser.
Siendo perfecto en grado infinito, no puede haber más que UNO; si hubiese dos seres infinitamente perfectos, nada tendría uno que no poseyese el otro, no habría manera de diferenciarlos, y serían, por tanto, uno.
El Dios cristiano no tiene nada que ver entonces con la “vaga energía” de los new age que se pierde en el abismo de las fantasías y se desdibuja impreciso. El Dios cristiano tiene un carácter personal y concentra en sí mismo todos los modos del ser; es, por tanto, perfecto; y si es perfecto, necesariamente es Bueno. Dios es además infinito, condición indispensable para que ningún ser tenga acción sobre Él y lo limite; y si es infinito, posee el don de la ubicuidad. Es inmutable, porque, si cambia, ha de ser en busca de una perfección que le falta; al ser inmutable es también eterno, porque el tiempo es sucesión y toda sucesión revela cambios. Es un Ser Supremo, un Todo Bien y Sumo Bien.
El Dios cristiano es un Dios que ha hecho al hombre a su imagen y semejanza. Un Dios que conoce, que ama, que entra en permanente diálogo con el hombre. Dios Creador, Salvador y Santificador.
Un Dios que es Amor y que ama a todas las criaturas porque son obra de Su Amor. El hombre en virtud de ese amor, y no por codicia de perfección ni por ambición de perfeccionamiento, es que alcanza la redención final.
Como se ve, todo muy distante a la fría y mediocre “vaga energía” de los adeptos a la new age.
Algunos expositores “new age” osan incluso a identificar a Dios con la susodicha “energía” –tal como se hace en el best seller “The Secret”, por ejemplo- . Ahora bien, al respecto diremos que cualquier tipo de energía por muy perfecta y noble que pueda ser, lo mismo que cualquiera de las criaturas creadas, pueden a veces asumir los adjetivos y proposiciones que se hacen para con Dios porque si bien han sido inventadas para designar las perfecciones de las criaturas, pueden emplearse para manifestar lo que en Dios corresponde a esas perfecciones; sin embargo aunque tienen el mismo sentido no disfrutan del mismo alcance, es decir, aplicadas a las criaturas, manifiestan plenamente la naturaleza y perfecciones que expresan; pero usadas para designar Perfecciones Divinas -si bien en Dios existe realmente cuanto de positivo encierra su significado- no alcanzan a expresarlo del modo supereminente como está en Dios ( Summa Teológica XIII). Adorar la energía como Dios en sí es una idolatría grotesca.
Es importante tener esto presente cuando los sofistas del new age pretenden desorientar a los cristianos con esta clase de silogismos amañados.

2. La creación cristiana frente a los dogmas monista y panteísta
La Nueva Era dice que no hay diferencia o separación entre Dios y la creación. Todo es uno solo. A esto se le llama monismo.
Por otro lado, afirma que Dios es la creación y que la creación es Dios también. A esto se le llama panteísmo.
Del mismo modo que la idolatría por la energía de los dogmas New Age parecen bastante afinidad con la idolatría por el caos de Anaximandro (de hecho, hay en la filosofía del tenebroso gnóstico Aleister Crowley, precursor del concepto y filosofía de la New Age, una suerte de sacralización de ese caos “del que todo proviene y al que todo va”), el monismo y panteísmo “acuarianos” son una versión chusca de algunos razonamientos de Baruch Spinoza. La identidad entre “pensamiento y extensión” de Spinoza, por ejemplo, es casi un dogma de fe entre los adeptos New Age; es decir, si Dios es todo y todo es dios, el hombre si consigue identificarse con ese “poder” es capaz también de “crear” sin restricción moral que lo limite, al punto que la codicia se hace virtud, ya que el hombre “al ser dios” no ha hecho nada por capricho individual sino porque “él es la misma voluntad de Dios” obrando milagros (peligrosa herejía y pecado de soberbia codiciosa que se pinta con la frase “creer es crear”). Como ya notó Bayle en Spinoza, ello no es mas que un ridículo sofisma en el que no se dejarían seducir ni los principiantes de lógica. De Spinoza, la New Age asume también la pretensión pseudo científica de no admitir nada que no se halle “rigurosamente demostrado”, aunque tal rigurosidad se pierda en los confines de la ciencia ficción.
La fe cristiana no puede aceptar ni el monismo ni el panteísmo ya que Dios y la creación son distintos (lTm 6, 14-16). Dios creó el universo de la nada (Gn 1, l,Hb 11, 3; 2M 7, 22-23y28). Las cosas creadas empiezan a ser o por unión de la materia o porque son producidas en su totalidad sacadas de la nada (lo primero sería generación y lo segundo creación y solo es potestad de Dios, por lo que no cabe tal identidad). Más aún, Dios transciende la creación, y la creación está subordinada a Dios (Sal 8, 2; Sal 145, 3). La creación refleja algo del ser de Dios, su belleza, sabiduría y bondad (Sal 18, 2; Sal 96; Rm 1, 19ss.) pero nunca ES Dios. El ser humano, de modo especial, es imagen y semejanza de Dios: ¡Es persona! (Gn 1, 26). Nunca esta creación es sometida a leyes mecánicas como suponen los ígnaros ilustrados de la New Age, fanáticos del ídolo “vaga energía”, puesto que la Creación no es un hecho mecánico, sino esencialmente un Acto de Amor para comunicar a las criaturas parte de su infinita bondad y para manifestar su Gloria.
Las cosas creadas abarcan los espíritus puros, los cuerpos y los compuestos de materia y espíritu. Todas ellas han sido originadas de Dios por el Imperio de Su palabra y por el Influjo de Su Amor.
Quien estudie a Santo Tomás de Aquino se dará cuenta de la enorme distancia que existe entre los atributos del Creador, de lo creado, del género, de las especies y de los individuos.

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