El día de hoy se conmemora un aniversario más de uno de las mas ominosos capítulos de la historia del protestantismo: el infame asesinato del médico Miguel de Servet en manos de la inquisición que Juan Calvino instauró en Ginebra.
Y si bien este hecho acaeció un veintisiete de octubr de 1553, se constituyó, para la historia, en el momento cumbre de una cadena de crímenes, expoliaciones e injusticias cometidas por los protestantes; quienes enarbolaron la rabia criminal en nombre de una fe que, si bien nació como un justo reclamo a las necesidades de su tiempo (a menesteres burgueses, para ser sinceros), terminó convirtiéndose en el ajenjo apocalíptico y en la pira de azufre que cantaron todos los profetas.
Ese día Juan Calvino pasó, de virtual sucesor de San Agustín para las cuestiones teológales, en un impecable heredero de Nerón para los fines del imperio de Babilonia. Y, si bien el legado del “reformador” es equiparable a lo hecho por Mahoma, el caos calvinista, con su incesante sucesión de sectas, nada tiene que ver con la mística sufí que tanto estimuló luego las epifanías de la mística cristiana.
Por eso es bueno recordarles a los fariseos protestantes de hoy su legado homicida. Porque muchos de ellos ignoran que, a diferencia de los católicos, no nacieron perseguidos, sino perseguidores. Y porque al igual que ayer no pueden ocultar de esas antiestéticas covachas a las que llaman templos ese olor de carne podrida. Hoy mismo que escribo estas líneas, preclaros miembros de la iglesia evangélica de Huancayo se lanzan acusaciones mutuas de robo, violación y hasta de asesinato (de la benefactora Abigail); lo que ha llevado al conocido pastor Néstor Puicón a decir : “no vaya a ser que, así como nos creemos tan perfectos en muchas cosas, sea que también seamos capaces de cometer crímenes perfectos”. No está de más decir que en el resto del mundo la cosa no varía mucho.
Lo que si no fue perfecto fue el crimen de Miguel de Servet. El ilustre médico español era en realidad un cristiano de corriente gnóstica a quien le debemos para occidente el descubrimiento de la circulación pulmonar; dicho descubrimiento lo realizó en ese afán tan gnóstico de buscar el pneuma (la chispa divina) que por aquel entonces se identificaba con el aire respirado (Dios insufló el alma a Adán en las fosas nasales), así que, si el alma estaba en la sangre, la mejor manera de comprenderla y estudiarla era adentrarse en la ciencia de la circulación sanguínea ; y es allí donde descubre, a diferencia de lo que el dogma de Galeno establecía, que la transmisión de la sangre del ventrículo derecho del corazón al ventrículo izquierdo no se produce a través de los poros del tabique del corazón, sino a través de un “magno artificio”, por el que la sangre es inducida desde el ventrículo derecho hacia los pulmones para su oxigenación, franqueando luego al ventrículo izquierdo; como, en efecto, ocurre.
Sucede que Servet al llegar a Ginebra de paso al norte de Italia, donde consideraba que sus ideas teológicas podían ser bien acogidas (escapaba del juicio católico), fue arrestado y juzgado por herejía por las autoridades protestantes. Servet había tenido debates en asuntos teologales con Calvino, los mismos que el acusador Nicolás de la Fontaine presentó oportunamente. El Ayuntamiento de Ginebra tras una deliberación en la que participaron cuatro iglesias protestantes –de Zurich, Berna, Basilea y Schaffhausen-, declaró a Servet culpable de no aceptar la Trinidad y de no aprobar el bautizo de los niños.
El teólogo Calvino que tanto adoran los protestantes modernos, pidió para Servet la decapitación; sus fieles devotos –mucho mas “cristianos”, sin duda- reclamaron en cambio la hoguera para el gnóstico. Calvino presentando había presentado treinta y ocho fragmentos extraídos de las obras de Servet que constituyeron el principal argumento “en parte blasfemias impías, en parte errores irreverentes e insensatos, y del todo en desacuerdo con la Palabra de Dios y la fe ortodoxa” que Servet en vano debatió con el intransigente Calvino.
Muriendo entre las llamas Servet gritó: “¡Oh, Jesús, Hijo del Dios Eterno, apiádate de mí!”
Es importante que los reverendos le recuerden eso a sus pupilos, cada vez que el demonio del fariseísmo quiera apoderarse de sus conciencias. Es bueno que la masa de protestante (muchas veces poco informada, y otras tantas verdaderamente ignorante) deje de hacerse al (luterano) sueco con su historia.
Ahora bien, es cierto que hubo también una inquisición católica. Pero es útil anunciar a todos lo que los estudios revisionistas traen al respecto: un programa de la BBC refutó hace no mucho el mito del Santo Oficio como paradigma del terror. Lo cierto es que el Santo Oficio se enfrentó a una gigantesca maquinaria propagandística promovida por el mundo protestante gracias a la imprenta.
Transcribo a continuación la información que se dio al respecto del tema en otro medio:
“Expertos de la talla de Henry Kamen, Stephen Haliczer o los profesores españoles José Álvarez-Junco y Jaime Contreras reconstruyen en el reportaje El mito de la Inquisición española el verdadero paisaje de una institución, aunque no defendible a los ojos del siglo XX, sí intencionadamente desvirtuada. Una institución controlada por abogados reacios a aplicar la tortura y mucho menos inquisidores que sus homólogos de Francia, Alemania o Inglaterra, donde sin necesidad de un tribunal específico se asesinó tres veces más herejes, brujas o personajes más o menos excéntricos.
Para el profesor de la Universidad de Illinois, Stephen Haliczer, los propios archivos de la Inquisición son elocuentes: En cerca de 7.000 casos, apenas se aplica algo parecido a la tortura en un 2%. En 350 años de historia represiva, y mientras la leyenda habla de millones de asesinatos, la cifra real de víctimas se sitúa entre 5.000 y 7.000 personas.”
Por su parte Ellen Rice comenta sobre el particular: “Los Reyes Católicos, comenzaron la inquisición en la esperanza de que la unidad religiosa fomentara la unidad política, y otros jefes de estado anunciaran el trabajo que España estaba haciendo para por el advenimiento de una Cristiandad unificada. El documental claramente y sin ambages narra el contexto histórico, que indica que los españoles no estaban haciendo algo inusual teniendo en cuenta las normas contemporáneas. El mito de la Inquisición, que los españoles llaman la "leyenda negra" no surgió en 1480. Comenzó unos cien años después, exactamente un año después de la derrota protestante en la batalla de Muhlberg por cuenta del nieto de Fernando de Aragón, el Emperador, Carlos V.
En 1567 una feroz campaña de propaganda comenzó con la publicación de un panfleto protestante escrito por una supuesta víctima de la Inquisición llamado Montanus. Este personaje (un protestante, por supuesto) pinta a los españoles como bárbaros que abusan de las mujeres y sodomizan a los muchachos jóvenes. El protagonista pronto crea estos "enemigos encapuchados" que torturan a sus víctimas en horribles aparatos como ser la "Dama de Hierro", llena de cuchillos (y que nunca fue usada en España).
Los historiadores en este documental declaran falso un documento de la Inquisición que declara el genocidio de millones de herejes. Lo que está documentado es que de 3000 a 5000 personas murieron durante los 350 años que duró la Inquisición. También se documentan los "autos de fe", sentencias públicas a herejes en las plazas de los pueblos. Pero el gran mito del control del pensamiento por hermandades siniestras es refutado por la evidencia de los archivos. Ahora bien 3000 a 5000 ejecuciones documentadas, palidecen en comparación con los 150,000 quemas de brujas documentadas en otras partes de Europa durante los mismos siglos.
La destrucción de las mentiras que se han tejido con respecto al santo Oficio se unen a las refutaciones de otros mitos grotescos como es el de Guerra de los Treinta años y la Paz de Westfalia, y que últimamente están saliendo a la luz para el bien de todos.
Asunto importante para tener una perspectiva más objetiva de la realidad y para dejar los fariseísmos de lado; por lo menos hasta el momento en que todos los cristianos con la sabiduría que la historia nos concede, podamos restablecer el Reino Celeste de la Nueva Jerusalén en este plano.
Y si bien este hecho acaeció un veintisiete de octubr de 1553, se constituyó, para la historia, en el momento cumbre de una cadena de crímenes, expoliaciones e injusticias cometidas por los protestantes; quienes enarbolaron la rabia criminal en nombre de una fe que, si bien nació como un justo reclamo a las necesidades de su tiempo (a menesteres burgueses, para ser sinceros), terminó convirtiéndose en el ajenjo apocalíptico y en la pira de azufre que cantaron todos los profetas.
Ese día Juan Calvino pasó, de virtual sucesor de San Agustín para las cuestiones teológales, en un impecable heredero de Nerón para los fines del imperio de Babilonia. Y, si bien el legado del “reformador” es equiparable a lo hecho por Mahoma, el caos calvinista, con su incesante sucesión de sectas, nada tiene que ver con la mística sufí que tanto estimuló luego las epifanías de la mística cristiana.
Por eso es bueno recordarles a los fariseos protestantes de hoy su legado homicida. Porque muchos de ellos ignoran que, a diferencia de los católicos, no nacieron perseguidos, sino perseguidores. Y porque al igual que ayer no pueden ocultar de esas antiestéticas covachas a las que llaman templos ese olor de carne podrida. Hoy mismo que escribo estas líneas, preclaros miembros de la iglesia evangélica de Huancayo se lanzan acusaciones mutuas de robo, violación y hasta de asesinato (de la benefactora Abigail); lo que ha llevado al conocido pastor Néstor Puicón a decir : “no vaya a ser que, así como nos creemos tan perfectos en muchas cosas, sea que también seamos capaces de cometer crímenes perfectos”. No está de más decir que en el resto del mundo la cosa no varía mucho.
Lo que si no fue perfecto fue el crimen de Miguel de Servet. El ilustre médico español era en realidad un cristiano de corriente gnóstica a quien le debemos para occidente el descubrimiento de la circulación pulmonar; dicho descubrimiento lo realizó en ese afán tan gnóstico de buscar el pneuma (la chispa divina) que por aquel entonces se identificaba con el aire respirado (Dios insufló el alma a Adán en las fosas nasales), así que, si el alma estaba en la sangre, la mejor manera de comprenderla y estudiarla era adentrarse en la ciencia de la circulación sanguínea ; y es allí donde descubre, a diferencia de lo que el dogma de Galeno establecía, que la transmisión de la sangre del ventrículo derecho del corazón al ventrículo izquierdo no se produce a través de los poros del tabique del corazón, sino a través de un “magno artificio”, por el que la sangre es inducida desde el ventrículo derecho hacia los pulmones para su oxigenación, franqueando luego al ventrículo izquierdo; como, en efecto, ocurre.
Sucede que Servet al llegar a Ginebra de paso al norte de Italia, donde consideraba que sus ideas teológicas podían ser bien acogidas (escapaba del juicio católico), fue arrestado y juzgado por herejía por las autoridades protestantes. Servet había tenido debates en asuntos teologales con Calvino, los mismos que el acusador Nicolás de la Fontaine presentó oportunamente. El Ayuntamiento de Ginebra tras una deliberación en la que participaron cuatro iglesias protestantes –de Zurich, Berna, Basilea y Schaffhausen-, declaró a Servet culpable de no aceptar la Trinidad y de no aprobar el bautizo de los niños.
El teólogo Calvino que tanto adoran los protestantes modernos, pidió para Servet la decapitación; sus fieles devotos –mucho mas “cristianos”, sin duda- reclamaron en cambio la hoguera para el gnóstico. Calvino presentando había presentado treinta y ocho fragmentos extraídos de las obras de Servet que constituyeron el principal argumento “en parte blasfemias impías, en parte errores irreverentes e insensatos, y del todo en desacuerdo con la Palabra de Dios y la fe ortodoxa” que Servet en vano debatió con el intransigente Calvino.
Muriendo entre las llamas Servet gritó: “¡Oh, Jesús, Hijo del Dios Eterno, apiádate de mí!”
Es importante que los reverendos le recuerden eso a sus pupilos, cada vez que el demonio del fariseísmo quiera apoderarse de sus conciencias. Es bueno que la masa de protestante (muchas veces poco informada, y otras tantas verdaderamente ignorante) deje de hacerse al (luterano) sueco con su historia.
Ahora bien, es cierto que hubo también una inquisición católica. Pero es útil anunciar a todos lo que los estudios revisionistas traen al respecto: un programa de la BBC refutó hace no mucho el mito del Santo Oficio como paradigma del terror. Lo cierto es que el Santo Oficio se enfrentó a una gigantesca maquinaria propagandística promovida por el mundo protestante gracias a la imprenta.
Transcribo a continuación la información que se dio al respecto del tema en otro medio:
“Expertos de la talla de Henry Kamen, Stephen Haliczer o los profesores españoles José Álvarez-Junco y Jaime Contreras reconstruyen en el reportaje El mito de la Inquisición española el verdadero paisaje de una institución, aunque no defendible a los ojos del siglo XX, sí intencionadamente desvirtuada. Una institución controlada por abogados reacios a aplicar la tortura y mucho menos inquisidores que sus homólogos de Francia, Alemania o Inglaterra, donde sin necesidad de un tribunal específico se asesinó tres veces más herejes, brujas o personajes más o menos excéntricos.
Para el profesor de la Universidad de Illinois, Stephen Haliczer, los propios archivos de la Inquisición son elocuentes: En cerca de 7.000 casos, apenas se aplica algo parecido a la tortura en un 2%. En 350 años de historia represiva, y mientras la leyenda habla de millones de asesinatos, la cifra real de víctimas se sitúa entre 5.000 y 7.000 personas.”
Por su parte Ellen Rice comenta sobre el particular: “Los Reyes Católicos, comenzaron la inquisición en la esperanza de que la unidad religiosa fomentara la unidad política, y otros jefes de estado anunciaran el trabajo que España estaba haciendo para por el advenimiento de una Cristiandad unificada. El documental claramente y sin ambages narra el contexto histórico, que indica que los españoles no estaban haciendo algo inusual teniendo en cuenta las normas contemporáneas. El mito de la Inquisición, que los españoles llaman la "leyenda negra" no surgió en 1480. Comenzó unos cien años después, exactamente un año después de la derrota protestante en la batalla de Muhlberg por cuenta del nieto de Fernando de Aragón, el Emperador, Carlos V.
En 1567 una feroz campaña de propaganda comenzó con la publicación de un panfleto protestante escrito por una supuesta víctima de la Inquisición llamado Montanus. Este personaje (un protestante, por supuesto) pinta a los españoles como bárbaros que abusan de las mujeres y sodomizan a los muchachos jóvenes. El protagonista pronto crea estos "enemigos encapuchados" que torturan a sus víctimas en horribles aparatos como ser la "Dama de Hierro", llena de cuchillos (y que nunca fue usada en España).
Los historiadores en este documental declaran falso un documento de la Inquisición que declara el genocidio de millones de herejes. Lo que está documentado es que de 3000 a 5000 personas murieron durante los 350 años que duró la Inquisición. También se documentan los "autos de fe", sentencias públicas a herejes en las plazas de los pueblos. Pero el gran mito del control del pensamiento por hermandades siniestras es refutado por la evidencia de los archivos. Ahora bien 3000 a 5000 ejecuciones documentadas, palidecen en comparación con los 150,000 quemas de brujas documentadas en otras partes de Europa durante los mismos siglos.
La destrucción de las mentiras que se han tejido con respecto al santo Oficio se unen a las refutaciones de otros mitos grotescos como es el de Guerra de los Treinta años y la Paz de Westfalia, y que últimamente están saliendo a la luz para el bien de todos.
Asunto importante para tener una perspectiva más objetiva de la realidad y para dejar los fariseísmos de lado; por lo menos hasta el momento en que todos los cristianos con la sabiduría que la historia nos concede, podamos restablecer el Reino Celeste de la Nueva Jerusalén en este plano.
NOTA: LOS AMIGOS DE RADIO CRISTIANDAD PREPARARON UNESPECIAL A PROPÓSITO DE LOS MITOS DE LA SANTA INQUISICIÓN QUE VALE LA PENA ESCUCHAR EN ESTE ENLACE
5 comentarios:
Todavía hoy son muchos los que, al tratar de la vida y la muerte de Miguel Servet (humanista, científico, teólogo, hombre de muchos concimientos y famoso en su época) confunden o parecen confundir aspectos tan importantes de su vida como quién le mandó matar y porqué se le perseguía, dando la impresión de que fue la Inquisición Católica la que lo ejecutó y que se le perseguía por ser científico de teorías nuevas. Nada más lejano a la realidad. La vida de Miguel Servet es interesantísima, sobre todo si lo que se busca es la verdad histórica.
Se coincide en general hoy en día en situar el lugar de nacimiento de Servet en Villanueva de Sigena, aunque hay investigadores que mantienen la opinión, de que nació en Tudela (Navarra), basándose en los documentos en que Servet se atribuía dicho origen mientras mantenía en Francia la falsa identidad de Michel de Villeneuve, que haría alusión a su localidad natal, Villanueva de Sigena, donde se conserva la casa familiar, hoy convertida en centro de interpretación. Fue hijo de Antón Serveto, noble infanzón y notario del Monasterio de Sigena, y de Catalina Conesa, que por línea materna descendía de la familia judeoconversa de los Zaporta. Tenía dos hermanos menores: Pedro, quien continuó con la notaría paterna, y Juan, que fue ordenado sacerdote.
Joven con dotes sobresalientes para las letras y gran conocedor del latín, griego y hebreo, Miguel abandonó su población de origen para ampliar estudios, probablemente en Lérida. Es aceptado como pupilo por fray Juan de Quintana, quien llegaría a ser confesor de Carlos I. Tras una estancia en Toulouse (Francia) para realizar estudios de Derecho, donde entra por primera vez en contacto con círculos próximos a la Reforma, viaja con Quintana por Italia y Alemania, como parte del séquito imperial, y presencia la coronación de Carlos V como emperador en Bolonia (1530).
Posteriormente abandona a su mentor e inicia un periplo por varias ciudades de Centroeuropa afines al naciente protestantismo. Establece una relación cada vez más difícil y polémica con algunos líderes reformadores, como Ecolampadio de Basilea, y se dirige más tarde a Estrasburgo, donde se relaciona con Bucer, y a Hagenau (ciudad alsaciana entonces perteneciente al Sacro Imperio Romano Germánico).
En 1531 publica De Trinitatis Erroribus (De los errores acerca de la Trinidad), que produjo gran escándalo entre los reformadores alemanes y fue prohibido en Estrasburgo, Basilea y Barcelona. Tampoco caló bien en su patria, ya que Servet tuvo la osadía de enviar una copia al obispo de Zaragoza, quien no tardó en solicitar la intervención de la Inquisición. El año siguiente publicó Dialogorum de Trinitate (Diálogos sobre la Trinidad), acompañado de una obra suplementaria, De Iustitia Regni Christi (Sobre la Justicia del Reino de Dios). Otro opúsculo de esta misma época, aunque de datación imprecisa, es Declarationis Iesus Christi Filii Dei (Declaración de Jesucristo Hijo de Dios), también conocido como "Manuscrito de Stuttgart".
En su obra acerca de los errores acerca de la Trinidad, dividida en siete "Libros" o capítulos, Servet argumenta que el dogma de la Trinidad carece de base bíblica, ya que no se halla en las Escrituras sino que es fruto posterior de elucubraciones de "filósofos". Basándose en abundantes citas de la Biblia, Servet concluye que Jesús es hombre, hijo de Dios, y en definitiva Dios mismo. Es hombre en tanto que nacido de mujer, por más que su nacimiento fuese milagroso. A su vez, Jesús es hijo de Dios en tanto que su nacimiento es el fruto de la fecundación por el Logos divino de la Virgen María.
Niega así Servet, por tanto, que el Hijo sea eterno, ya que fue engendrado como tal en la encarnación, aunque es divino por gracia de Dios, su Padre. Tampoco es, pues, una Persona de la Trinidad, cuya existencia niega vehementemente definiéndola como "tres fantasmas" o "Perro Cerbero de tres cabezas". Asimismo califica a los que creen en tal doctrina como "ateos, es decir sin Dios" y "triteístas". A su vez, el Espíritu Santo no sería una tercera Persona trinitaria, sino la fuerza o manifestación del espíritu de Dios tal como actúa en el mundo a través de los hombres.
Obra de tamaño y ambición inferiores a Errores..., los Diálogos sobre la Trinidad, está estructurada en dos "Libros" como una conversación ficticia entre dos personajes: "Miguel" (el propio autor) y un tal Petrucho. Según Servet, la escribe para despejar las dudas e inquietudes sembradas por su obra anterior, que a su juicio se deben "a mi propia impericia y a la negligencia del tipógrafo". A diferencia de lo afirmado en Errores..., Servet dice que Jesús no es sólo divino por gracia, sino también por naturaleza, aunque aclara que sólo en tanto que participa de la sustancia divina de su Padre.
A su vez, en el opúsculo De la Justicia del Reino de Dios incluido al final, explica entre otras cosas la complementariedad entre fe y caridad, pues, aunque la justificación del creyente es sólo por la fe, la caridad y las buenas obras son encomiables y complacen a Dios, aspecto en el que se diferencia claramente de Lutero y otros reformadores protestantes. Finalmente, al final se encuentra uno de los textos por los que Servet es considerado como adalid de la tolerancia y la libertad de conciencia, ya que afirma que "ni con estos ni con aquellos estoy de acuerdo en todos los puntos, ni tampoco en desacuerdo. Me parece que todos tienen parte de verdad y parte de error y que cada uno ve el error del otro, mas nadie el suyo... Fácil sería decidir todas las cuestiones si a todos les estuviera permitido hablar pacíficamente en la iglesia contendiendo en deseo de profetizar".
Miguel Servet se dirige a Lyon. Había estado brevemente en París, donde un encuentro previsto pero finalmente no efectuado con Calvino, se transforma en el inicio de una relación epistolar entre ambos. Servet llega a Lyon con una nueva identidad, Michel de Villeneuve, supuestamente originario de Tudela de Navarra, para evitar las persecuciones de la Inquisición española. Estuvo empleado en una imprenta, primero como corrector de pruebas. En 1535 le encargaron la publicación y anotación de la Geografía de Claudio Ptolomeo, lo que llevó a cabo dando pruebas de su gran erudición. En Lyon fue la etapa más feliz de su vida. Conoció al médico Symphorien Champier, quien le anima a estudiar Medicina y fue a París.
En 1537 se matricula en la Universidad de París para estudiar Medicina. Allí estudia junto a los grandes médicos de la época, enseñando Matemática y Medicina en la Universidad. Sin embargo, pronto se encuentra en dificultades, puesto que dicta un curso de Astrología, en el que defendía la influencia de las estrellas en los eventos futuros (astrología judiciaria), lo cual, junto con un opúsculo en el que describe el uso de jarabes para administrar los remedios de la época, le enfrenta con la comunidad universitaria.
Deja de nuevo París y reside en diversas localidades de Francia, hasta que en Lyon se encuentra con el arzobispo de Vienne (Viena del Delfinado), Pedro Paulmier, al que había conocido previamente en París. De esta forma entra a su servicio como médico personal (1541).
En Vienne, Servet se dedica a proseguir sus estudios y publicaciones y prepara en secreto la que será su obra cumbre. Prosigue su correspondencia con Calvino, a quien envía una primera versión de su libro, Christianismi Restitutio (Restitución del Cristianismo), de carácter fundamentalmente teológico, en espera de sus comentarios (1546). El concepto de cristianismo ahí expuesto es cercano al panteísmo. Cristo está en todas las cosas. El mundo está lleno con él. Se mostraba también contrario al bautismo de los niños, ya que el bautismo debe ser un acto maduro y consciente de discipulado cristiano, lo que le acerca a las posiciones anabaptistas. Sobre la edad adecuada para recibir el bautismo, sugirió seguir el ejemplo de Jesús: Jesucristo fue él mismo bautizado cerca de los treinta años.
Curiosamente el libro pasaría a la posteridad por contener en su «Libro V» la primera exposición en el Occidente cristiano de la función de la circulación pulmonar o menor: según Servet, la sangre es transmitida por la arteria pulmonar a la vena pulmonar por un paso prolongado a través de los pulmones, en cuyo curso se torna de color rojo y se libera de los vapores fuliginosos por el acto de la espiración. Servet sostenía que el alma era una emanación de la Divinidad y que tenía como sede a la sangre. Gracias a la sangre, el alma podía estar diseminada por todo el cuerpo, pudiendo asumir así el hombre su condición divina. Por tanto, los descubrimientos relativos a la circulación de la sangre tenían un impulso más religioso que científico. De ahí que la descripción de la circulación pulmonar esté dentro de una obra de teología y no de una de fisiología. Para Servet no había diferencia entre ambos ámbitos, ya que todo obedecía a un mismo gran designio divino.
En respuesta, Calvino le conmina a leer su propio libro Institutio religionis Christianae (Institución de la Religión Cristiana), publicado en 1536. Servet leyó el libro de Calvino e hizo anotaciones muy críticas en los márgenes del libro, devolviéndole la copia corregida, lo que desagradó enormemente al reformador, quien avisó que si Servet ponía los pies en Ginebra "no saldría vivo de ella".
Finalmente, Christianismi Restitutio es publicado anónimamente a principios de 1553, nuevamente con gran escándalo. Un calvinista de Ginebra escribe a un amigo católico revelándole que el autor del libro es el hereje Miguel Servet, oculto bajo la falsa identidad de "Villeneuve". Se sospecha que detrás de esta denuncia podría estar el propio Calvino, quien había tenido acceso al texto gracias al propio Servet. La Inquisición de Lyon recibe parte de la correspondencia intercambiada entre ellos, tras lo cual Servet es detenido, interrogado y encarcelado en Vienne. El 7 de abril, sin embargo, logra evadirse y el 17 de junio es sentenciado a muerte in absentia, siendo quemado en efigie.
Entre los muchos enemigos que tuvo Servet destacó Juan Calvino, quien fundó en Ginebra un estado autoritario de orientación protestante. Con referencia a este eclesiástico, el historiador Will Durant comenta: “La suya no fue una dictadura de derecho o fuerza, sino de voluntad y carácter”. Agrega que fue “tan severo como cualquier papa en rechazar el individualismo en las creencias”.
Es probable que Calvino y Servet se conocieran en París cuando ambos eran jóvenes. Lo cierto es que no tardaron en chocar. Calvino se volvió su enemigo más implacable. Tanto es así que, pese a ser este eclesiástico uno de los cabezas de la Reforma, terminó denunciando a Servet ante la Inquisición católica. A duras penas, el perseguido logró escapar de Francia, donde lo quemaron en efigie. Sin embargo, fue reconocido y detenido en la ciudad fronteriza de Ginebra, donde la palabra de Calvino era ley.
Calvino lo maltrató con crueldad en la cárcel. Durante el juicio, sostuvo con él un debate. Servet aceptó modificar sus opiniones si Calvino lo convencía con argumentos bíblicos, algo que éste no logró hacer. Concluido el proceso, el acusado fue condenado a morir en la hoguera. De acuerdo con diversos historiadores, fue el único disidente religioso al que los católicos quemaron en efigie y los protestantes en persona.
Posiblemente mientras iba rumbo a Italia, por alguna razón Servet acaba haciendo una estancia en Ginebra, donde fue reconocido en la iglesia donde predicaba el propio Calvino (13 de agosto). Tras ser detenido y juzgado por hereje (por su negación de la Trinidad y por su defensa del bautismo a la edad adulta), fue condenado a morir en la hoguera (26 de octubre de 1553).
La sentencia dictada en su contra por el Consejo (Petit Counseil) de Ginebra dice: Contra Miguel Servet del Reino de Aragón, en España: "Porque su libro llama a la Trinidad demonio y monstruo de tres cabezas; porque contraría a las Escrituras decir que Jesús Cristo es un hijo de David; y por decir que el bautismo de los pequeños infantes es una obra de la brujería, y por muchos otros puntos y artículos y execrables blasfemias con las que el libro está así dirigido contra Dios y la sagrada doctrina evangélica, para seducir y defraudar a los pobres ignorantes. Por estas y otras razones te condenamos, M. Servet, a que te aten y lleven al lugar de Champel, que allí te sujeten a una estaca y te quemen vivo, junto a tu libro manuscrito e Impreso, hasta que tu cuerpo quede reducido a cenizas, y así termines tus días para que quedes como ejemplo para otros que quieran cometer lo mismo". El día siguiente, 27 de octubre de 1553, Miguel Servet muere en la hoguera de los calvinistas.
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