Por: Rama P. Coomaraswamy, M.D., F.A.C.S.
Ahora todo este «alimento espiritual» se efectúa, no en un altar, cuya finalidad es el sacrificio, sino en una mesa. Un altar de piedra que contiene las reliquias ya no se necesita para la Misa que se celebrará en lo sucesivo. Los sagrarios ya no se colocarán en estas mesas, como están en los altares del Rito Tradicional —de hecho, si estuvieran, el sacerdote-presidente tendría gran problema en dirigirse y ver a su congregación[1].
Ahora todo este «alimento espiritual» se efectúa, no en un altar, cuya finalidad es el sacrificio, sino en una mesa. Un altar de piedra que contiene las reliquias ya no se necesita para la Misa que se celebrará en lo sucesivo. Los sagrarios ya no se colocarán en estas mesas, como están en los altares del Rito Tradicional —de hecho, si estuvieran, el sacerdote-presidente tendría gran problema en dirigirse y ver a su congregación[1].
Los seis cirios usados en la Misa
Mayor, y que recuerdan al Menorah judío del Antiguo Testamento (el Candelabro
de Siete brazos), con Cristo, la Luz del Mundo que es ahora el central y
séptimo «cirio», se han perdido. Mientras dice la Misa el sacerdote ya no mira
al crucifijo que, según La Enciclopedia católica (ed. De 1908), es «el ornamento principal del altar puesto [allí]
para recordar al celebrante y al pueblo que la Víctima ofrecida en el altar es
la misma que la que se ofreció en la Cruz», y «que debe colocarse en el
altar cada vez que la Misa se celebre»[2].
En cambio, el «presidente» ahora mira sobre el altar sólo a ¡un micrófono!
(Algunos sacerdotes conservadores mantienen un crucifijo tumbado sobre la mesa,
pero cosas así no se ordenaron). El altar ya no está cubierto con tres manteles
de lino o cáñamo, para absorber cualquier posible derrame de la Preciosa Sangre
de Nuestro Señor —manteles simbólicos del sudario[3]
en que el Cuerpo de Nuestro Señor fue envuelto.
Ni es ahora un requisito usar lino
—se usará cualquier material. Se han perdido las barandillas del presbiterio,
para que el santuario (el sagrado cercado donde Santo el Sacrificio de la Misa
se ofrece) se una a la nave (donde se sitúa tradicionalmente el pueblo mientras
asiste a la Misa) —la distinción entre el santuario y el «mundo» (siempre
cuidadosamente hecha en todas las iglesias católicas tradicionales) se destruye
de la misma manera que la anteriormente bien definida distinción entre el
sacerdote y el seglar. (La comunión se recibe en la mano y de pie — si no se
distribuye en una cesta.) El «presidente» besa la «mesa» sólo dos veces, comparado
con las 8 veces en la Misa Tradicional y de ningún modo antes de cada bendición
y Dominus vobiscum («El Señor esté con vosotros), como antes. Nosotros no
podemos ayudar pero podemos recordar que el Reformador protestante Cranmer del
siglo XVI dijo: «El uso de un altar es
sacrificar sobre él; el uso de una mesa es servirles a los hombres para comer
sobre ella»[4].
En cuanto al
sacerdote-presidente, ya no dice el Lavabo
innocentes (“Lavaré mis manos entre
los inocentes y estaré alrededor de Tu altar, Señor”) en el momento del
Ofertorio. En cambio, él ahora recita un único verso del Salmo 50 en el que no
se menciona ningún altar y en el que simplemente pide a Dios que perdone sus
pecados.
Y la «comida» imaginaria se lleva
más allá. De los vasos sagrados no se ocupan ya sólo aquéllos que tienen
Órdenes Sagradas, o al menos sólo los sacristanes especialmente designados;
sino que ahora son manipulados por seglares, a menudo escogidos al azar entre
la congregación. Ni los vasos están ya necesariamente hechos de metales
preciosos (oro y plata) y cubiertos con un velo, simbólico de su carácter
misterioso y sagrado. Al final del presente servicio de «comida-tipo», la
«copa» no necesita ser purificada enseguida: su purificación puede posponerse
para más tarde. En algunos lugares (de acuerdo con rúbricas «opcionales»), se
entrega, impura, a un seglar que la aparta a una mesa auxiliar. Los signos de
la Cruz se reducen a sólo 3, comparados con los 33 en la Misa Tradicional (y 48
bendiciones con la Señal de la Cruz, a fin de cuentas), pero a estas alturas,
uno apenas debe sorprenderse.
[1]
Muchos
católicos posconciliares conservadores arguyen que el traslado de los sagrarios
fue un «exceso». Ellos están equivocados. Se ordenó directamente por Roma con
la indicación de que se trasladaran al lado de las capillas. Ver P. Anthony
Cekada, «A Response», The Roman Catholic, enero de 1987.
[2]
Citado por
Benedicto XIV, Constitución Accepimus, 1746.
[3]
Los tres
manteles también son simbólicos de la triple división del Cuerpo Místico de
Cristo, la Iglesia Militante, la Iglesia Doliente y la Iglesia Triunfante.
[4] Citado de The
Works of Thomas Cranmer (Londres: Parker Society), v. 2, pág. 524. Aquí la
presunción es que las diversas acciones del sacerdote en la Misa Tradicional son
arbitrarias y sin significado metafísico. Que ese no es el caso se muestra
claramente por P. James Meagher, D.D., How Christ Said the First Mass
(Rockford, IL,: TAN, 1984). El Novus Ordo Missae, sin embargo, es
claramente el producto de decisiones arbitrarias y completamente humanas. Según
M. Davies, esta cita, aunque atribuida a Cranmer, fue hecha por Nicolás Ridley,
Obispo de Londres en 1550. (The
Liturgical Revolution, Angelus Press, Texas, 1983, página 33).
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