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Efectos de la Redención



Además de reparar, con la satisfacción, la ofensa hecha a Dios, y de reconciliarnos con Él, merécenos Jesús todas las gracias que habíamos perdido por el pecado y otras muchas más.
Devuélvenos primeramente los bienes sobrenaturales perdidos por el pecado :
a) la gracia habitual, con su acompañamiento de virtudes infusas y de los dones del Espíritu Santo; y, para mejor acomodarse a la humana naturaleza, instituye los sacramentos, signos sensibles que nos confieren la gracia en las circunstancias más importantes de nuestra vida, y, de esta manera, nos dan mayor seguridad y confianza;
b) gracias actuales muy abundantes, tanto que podemos considerarlas más abundantes que en el estado de inocencia, en virtud de las palabras de S. Pablo : " ubi autem abundavit delictum superabundavit gratia " (Rom., V, 20).
c) Muy cierto es que el don de integridad no se nos devolvió inmediata sino progresivamente. La gracia de la regeneración nos deja aún presos en las cadenas de la triple concupiscencia y de todas las miserias de la vida, mas nos da la fuerza necesaria para vencerla; nos hace más humildes, más vigilantes y más despiertos para prevenir y vencer las tentaciones; nos confirma en la virtud, y nos da ocasión de adquirir mayores méritos; poniéndonos delante de los ojos los ejemplos de Jesús, que con tanta abnegación llevó su cruz y la nuestra, estimula nuestro ardor en la pelea y mantiene nuestra constancia en el esfuerzo; y las gracias actuales que nos ha merecido y nos concede con santa prodigalidad, favorecen singularmente nuestros esfuerzos y victorias.
Según que peleamos, gobernados y sostenidos por nuestro Capitán, disminuye la concupiscencia, nuestra fuerza en el resistir crece, y llegan algunas almas privilegiadas a ser tan sólidamente confirmadas en la virtud, que, aún sin perder la libertad para pecar, no cometen falta alguna venial con propósito deliberado. La victoria completa no la alcanzaremos sino cuando vayamos al cielo; pero será tanto más gloriosa, cuanto más duros esfuerzos nos haya costado. ¿No diremos con razón : O felix culpa?
d) A estos auxilios internos añade Dios Nuestro Señor otros externos, en especial esta Iglesia visible que ha fundado y organizado para iluminar nuestro entendimiento con la luz de su autoridad doctrinal, fortificar nuestra voluntad con el poder legislativo y judicial, y santificar nuestras almas por medio de los sacramentos, los sacramentales y las indulgencias. ¿No hallamos en todo esto un auxilio poderoso, por el que debemos dar muchas gracias a Dios? O felix culpa!
e) En vez de un jefe supremo, con grandes dotes, sin duda alguna, pero siempre falible y pecador de suyo, tenemos por cabeza nuestra al Hijo de Dios eterno, que, por haberse vestido de nuestra naturaleza, es tan verdadero hombre como verdadero Dios. Es el mediador ideal, mediador de religión y de redención, que presta adoración, a su Padre, no solamente en nombre propio, sino también en nombre de la humanidad entera, y aún más, en nombre de los ángeles, que gozan en alabar a Dios por El " per quem laudant angelí "(Prefacio de la Santa Misa) es el sacerdote perfecto, que puede llegarse libremente a Dios por razón de su divina naturaleza, y volverse hacia los hombres, que son sus hermanos, a los cuales trata con indulgencia, porque está rodeado de las mismas flaquezas que ellos : " qui condolere possit iis qui ignorant et errant, quoniam et ipse circumdatus est infirmitate " (Hebr., V, 2).
Con Él y por medio de Él podemos rendir a/ Dios la honra infinita a que tiene derecho; con El y por medio de Él podemos alcanzar todas las gracias que hemos menester para nosotros y para nuestros hermanos: cuando rendimos adoración, ríndela Él en nosotros y por nosotros; cuando pedimos auxilio al cielo, apoya Él nuestras demandas, y por esta razón nos es concedido todo cuanto pedimos al Padre en su nombre.
Debemos pues, gozarnos de tener tan excelso Redentor y medianero, y poner en Él toda nuestra confianza.

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