domingo

Naturaleza de la Redención



Obra maravillosa es la Redención, la obra maestra de Dios, que rehace al hombre desfigurado por el pecado, y le pone en estado en cierta manera más excelente que aquel del que cayó, ya que la Iglesia no tiene reparo, en su liturgia, en bendecir la culpa que tuvo tan alto Redentor como el Hombre-Dios: "O felix culpa quae talem ac tantum meruit habere Redemptorem!"
Dios, que desde la eternidad previo la caída del hombre, también desde la eternidad preparó un Redentor de los hombres en la persona de su Hijo; el cual se hizo hombre para ser cabeza de la humanidad y así poder pagar enteramente por nuestro pecado, y volvernos con la gracia el derecho que perdimos al cielo.
Supo sacar bien del mal y juntar la Justicia con la misericordia.
No estaba obligado a ejercer su derecho estricto de justicia; bien pudo haber perdonado al hombre, contentándose con la reparación imperfecta que este hubiera podido ofrecerle. Mas juzgó ser más digno de su gloria, y provechoso para el hombre, poner a éste en estado en que pudiera reparar completamente su culpa.
Exigía la perfecta justicia una reparación adecuada, igual a la ofensa, y prestada por un representante legítimo de la humanidad. Así lo llevó Dios enteramente al cabo por medio de la Encarnación y la Redención.
a) Hizo Dios que encarnara su Hijo, y constituyóle, por ende, jefe de la humanidad, cabeza de un cuerpo místico del cual todos nosotros somos miembros; tiene, pues, el Hijo el poder de hacer sus obras en nombre de los miembros suyos y de reparar las culpas de éstos.
b) Tal reparación, no solamente es igual a la ofensa, sino que la supera con mucho; tiene realmente un valor moral infinito; porque, midiéndose el valor moral de una acción por la dignidad de la persona, tienen valor infinito todas las obras del Hombre-Dios. Una sola de sus obras hubiera bastado para reparar adecuadamente todos los pecados de los hombres. Mas ha hecho Jesús obras sin cuento reparadoras, inspiradas por el purísimo amor suyo, y las ha acabado con la más sublime y heroica, con el sacrificio entero de sí mismo en su dolorosísima Pasión y en la cima del Calvario; ha satisfecho, pues, abundante y sobreabundantemente: "Ubi abundavit delictum, superabundavit gratia " (Rom., V, 20).
c) Esta reparación es del mismo género que la culpa : pecó Adán por desobediencia y soberbia; paga Jesús con humilde obediencia, inspirada por el amor, hasta la muerte y muerte de cruz "factus obediens usque ad mortem, mortem autem crucis " (Philip., II, 8). Y así como en la caída intervino una mujer, que arrastró a Adán a la culpa; también en la Redención interviene una mujer, con su poder de intercesión y con sus méritos (Este mérito es el de conveniencia que se llama de congruo, el cual expondremos más adelante): María, la Virgen inmaculada, Madre del Salvador, con Él que coopera, aunque secundariamente, a la obra reparadora.
Así quedó enteramente satisfecha la justicia, pero aún más la bondad y misericordia.
A la misericordia infinita de Dios y al excesivo amor que nos tiene atribuye la Sagrada Escritura la Redención : " Dios, escribe S. Pablo, que es rico en misericordia, movido del excesivo amor con que nos amó... nos dio vida juntamente en Cristo; Deus qui dives est in misericordia, propter nimiam caritatem qua dilexit nos..., convivificavit nos in Christo (Ephes., II, 4).
Las tres divinas personas concurren a la obra de la Redención y cada una de ellas con un amor que parece llegar hasta el exceso.
a) El Padre no tiene sino un solo Hijo, igual a si mismo, al que como a sí mismo ama, y del que es infinitamente amado; y a este Hijo único nos le da y le sacrifica por nosotros, para devolvernos la vida que perdimos por el pecado : " Sic Deus dilexit mundum ut Filium suum unigenitum daret, ut omnis qui credit in eum non pereat, sed habeat vitam aternam "(Joan., III, 16).
¿Pudo haberse más generosamente con nosotros y darnos más que su propio Hijo? ¿Y no nos dio todas las cosas con El? : " Qui etiam proprio Filio non pepercit, sed pro nobis tradidit illum, quomodo non etiam cum illo omnia nobis donavit?" (Rom., VIII, 32).
b) Acepta el Hijo gozosa y generosamente la  obra que se le confía; ofrécese a su Padre, desde el primer momento de la Encarnación, como victima que reemplace todos los sacrificios de la antigua Ley, y su vida entera no será sino un continuo sacrificio, rematado por el supremo del Calvario, sacrificio inspirado por el amor que nos tiene : " (Christus) dilexit nos et tradidit semetipsum pro nobis oblationem et hostiam Deo (Ephes., V, 2). Cristo nos amó, y se ofreció a sí mismo a Dios en oblación y hostia de olor suavísimo ".
c) Para acabar su obra, nos envía el Espíritu Santo, amor consustancial del Padre y del Hijo, que, además de derramar en nuestras almas la gracia y las virtudes infusas, especialmente la caridad, se nos dará a sí mismo, para que podamos gozar, no solamente de su presencia y de sus dones, sino aún de su misma persona :
" La caridad de Dios ha sido derramada en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que se nos ha dado : Caritas Dei diffusa est in cordibus nostris per Spiritum Sanctum qui datus est nobis " (Rom., V, 5).
Es, pues, la Redención la obra del amor por excelencia, de donde ya podemos deducir sus efectos.

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