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La Galilea de la resurrección y la historia

Hay que comprender simbólicamente, tanto como literalmente, las palabras del ángel a las dos Marías: “"Nolite timere vos! Scio enim quod Iesum, qui crucifixus est, quaeritis. Non est hic: surrexit enim, sicut dixit. Venite, videte locum, ubi positus erat. Et cito euntes dicite discipulis eius: "Surrexit a mortuis et ecce praecedit vos in Galilaeam; ibi eum videbitis : No temáis, pues sé que buscáis a Jesús el crucificado. No está aquí…os precederá a Galilea” (Mt 28, 5-7). Galilea era la tierra en que Jesús anduvo con sus pies, donde desarrolló su vida de hombre, donde actuó, enseñó, sufrió. Es también la tierra pequeña, el taller de la historia. Resucitado, nos precede allí. Ascendido a los cielos, no deja de precedernos en la tierra donde los hombres trabajan, enseñan, sufren, llevan a cuestas su vida de hombres, de forjadores de la historia.
De esta historia, Cristo es el principal Forjador, el Jefe de la obra. “Varones galileos, ¿qué estáis mirando al cielo? (He 1, 11). La nube que arrebató a Jesús de los ojos humanos es la misma en la que vendrá el día postrero para realizar el juicio supremo. Su significación es escatológica. Entre la Ascención y la Parusía, Jesús se encuentra en la historia y en la Eucaristía. No puede ser tocado más que bajo las especies de pan y vino. Allí está el signo eficaz de su presencia activa en el corazón de nuestros actos libres para la edificación, no solo de una ciudad terrestre más justa y más fraterna, sino para la edificación también de los nuevos cielos y la nueva tierra donde la justicia vive en plenitud (“Novos vero caelos et novam terram et promissa ipsius expectamus in quibus iustitia hábitat”; 2 Pe 3, 13).
Dios está presente en la historia por medio del Verbo encarnado, muerto, resucitado, ascendido a los cielos para llenarlo todo (Ef 4, 10).

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