La resurrección de Cristo no es simple epílogo del drama histórico de nuestra redención. El lugar relativamente restringido que ocupa en el Evangelio no debe engañarnos. Los acontecimientos que llenaron la vida terrestre de Jesús, especialmente en los tres años de su vida pública, constituyen para los narradores un tema más amplio que las manifestaciones de su vida gloriosa. Pero una atenta lectura de los libros del Nuevo Testamento hace aparecer que el misterio pascual, lejos de ser una especie de apéndice destinado “a informarnos sobre el destino del héroe después de su grandiosa aventura” (F.X. Durrwell) es, por el contrario, absolutamente central.
Al tema del reino de Dios, los sinópticos unen, a partir de la confesión de San Pedro en Cesarea de Filipo, el tema de la muerte y resurrección del Señor. Salvo en dos excepciones (Mt 26, 2; Lc 9, 44), la muerte de Cristo nunca se anuncia sin que mencione también su resurrección. Son dos temas estrechamente ligados. La muerte es condición necesaria. La resurrección compromete definitivamente al Reino en el mundo. De esta forma se realizó por completo la Promesa mesiánica.
El Evangelio de San Juan, mas explícitamente que los sinópticos, se centra en el misterio de la Pascua. Lo trata “según su triple profundidad: figurada por el éxodo, cumplida por la Pasión y la Resurrección y comunicada por el Bautismo y la Eucaristía” (J. Daniélou, R.S.R. julio-septiembre de 1947, pag. 370).
Figurada por el Éxodo. Se ha dicho que, en el Evangelio según San Juan, “la narración evangélica se desarrolla en el trasfondo del Éxodo, el misterio pascual típico” (Durrwell). La estancia de los hebreos bajo las tiendas está evocada en el Prólogo del citado evangelio y el capítulo 7 lo recuerda más explícitamente, cuando Jesús asiste a la Fiesta de los Tabernáculos (es decir, de las Tiendas), que conmemoraba aquella época. En el Evangelio de San Juan se compara la exaltación de Cristo en la cruz a la de la serpiente de bronce cuya contemplación conservaba la vida a aquellos que habían sido mordidos por las serpientes:
“Et sicut Moses exaltavit serpentem in deserto, ita exaltari oportet Filium hominis” (Jn 3, 14; cfr. Núm 21, 9).
El anuncio de la Eucaristía , en este Evangelio, se acompaña con el recuerdo del maná:
“Hic est panis de caelo descendens ut, si quis ex ipso manducaverit, non moriatur” (Jn 6, 50; cfr. Ex 16, 13).
Y Jesús queda identificado con el cordero pascual cuyos huesos no debían romperse:
“Altera die videt Iohannes Iesum venientem ad se et ait: "Ecce agnus Dei qui tollit peccatum mundi.” (Jn 1, 29; cfr. Ex 12, 46).
Cumplida por la Pasión y la Resurrección.- Jesús, en repetidas ocasiones, habla de su hora como del acontecimiento central esperado, aceptado en la obediencia y en el amor y que finalmente llega, dando a los otros acontecimientos su sentido y su valor. Esta hora es la hora de paso a la Gloria. El anuncio de ese “paso” es una constante en el evangelio de San Juan, desde la profecía del templo destruido y reconstruído hasta la oración sacerdotal después de la Cena. La idea fundamental que aclara el manojo de las alusiones y símbolos relativos a la “hora” de Cristo, es el cumplimiento de su misión, ligada a su glorificación; como si en la Encarnación no alcanzara su eficacia completa mas que en el paso a la gloria por la cruz:
Respondit Iesus et dixit eis: "Solvite templum hoc et in tribus diebus excitabo illud." (Jn 2, 19)
Iesus autem respondit eis dicens: "Venit hora, ut clarificetur Filius hominis. 2 Amen, amen dico vobis: Nisi granum frumenti cadens in terram mortuum fuerit, ipsum solum manet; si autem mortuum fuerit, multum fructum adfert. Qui amat animam suam, perdet eam; et, qui odit animam suam in hoc mundo, in vitam aeternam custodit eam. Si quis mihi ministrat, me sequatur, et ubi sum ego, illic et minister meus erit; si quis mihi ministraverit, honorificabit eum Pater meus. Nunc anima mea turbata est. Et quid dicam? Pater, salvifica me ex hora hac? Sed propterea veni in horam hanc. Pater, clarifica tuum nomen!" Venit ergo vox de caelo: "Et clarificavi et iterum clarificabo." (Jn 12, 23-28)
Ante diem autem festum paschae, sciens Iesus quia venit eius hora, ut transeat ex hoc mundo ad Patrem cum dilexisset suos qui erant in mundo in finem dilexit eos. (Jn 13, 1)
Jn 17, passim.
Es en el cuarto evangelio donde Jesús se proclama “La resurrección y la vida” :Ego sum resurrectio et vita (Jn 11, 25) y el Templo Real, en donde reside la Gloria de Dios (cfr. Daniélou, Le Signe du Temple, cap.3)
“En la parábola del Buen Pastor parece, a primera vista, que la salvación se había realizado por la sola venida de Cristo. Jesús y su rebaño se conocen de este conocimiento que es posesión mutua y comunión de vida. Pero, rápidamente se hace evidente que Cristo no alcanza los objetivos de su venida terrestre si no muere y resucita. Las ovejas de fuera no podrían oír el grito del Pastor más que con esta condición. Esta muerte y esta resurrección no están destinadas solo a traer la unidad a las ovejas extrañas a Israel, sino que constituyen el punto capital del programa de Cristo: “El Padre me ama porque doy mi vida y la tomo de nuevo…este es el mandato que recibí de mi Padre” (F.X. Durrwell; cfr. Jn 10, 11-18)
Comunicada por el Bautismo y la Eucaristía.- San Juan elige los episodios de la vida de Jesús en cuanto están en relación con el Bautismo y la Eucaristía, que se anuncian siempre como ligados al Misterio Pascual. Los sacramentos son los signos eficaces de la Nueva y Eterna Alianza que el Misterio Pascual realiza. Fue un “Renacimiento del agua y del Espíritu” lo que Cristo anunció a Nicodemo: “nisi quis renatus fuerit ex aqua et Spiritu non potest introire in regnum Dei” (Jn 3, 5). El agua ofrecida a la Samaritana es “la fuente que salta hasta la vida eterna”: Sed aqua quam dabo ei fiet in eo fons aquae salientis in vitam aeternam (Jn 4, 14). En la curación del paralítico de Betzata, la imagen de las aguas expresa, en su emanación, el origen del tema bautismal de la Vida (Jn 5). El capítulo 6, consagrado a la multiplicación de los panes y a los discursos sobre el Pan de Vida, está relacionado con la Eucaristía de la cual el Banquete de Caná (cap. 2) fue el primer tipo.
El evangelio de San Juan, al mismo tiempo, el más espiritual y el más sacramental, se encuentra dominado por esta idea de que por una parte es “es el Espíritu el que vivifica”, puesto que “la carne nada aprovecha” (Jn 6, 61) y por otra parte, que es la carne resucitada de Cristo, vivificada por el Espíritu Santo, la que da vida a los hombres.
Al tema del reino de Dios, los sinópticos unen, a partir de la confesión de San Pedro en Cesarea de Filipo, el tema de la muerte y resurrección del Señor. Salvo en dos excepciones (Mt 26, 2; Lc 9, 44), la muerte de Cristo nunca se anuncia sin que mencione también su resurrección. Son dos temas estrechamente ligados. La muerte es condición necesaria. La resurrección compromete definitivamente al Reino en el mundo. De esta forma se realizó por completo la Promesa mesiánica.
El Evangelio de San Juan, mas explícitamente que los sinópticos, se centra en el misterio de la Pascua. Lo trata “según su triple profundidad: figurada por el éxodo, cumplida por la Pasión y la Resurrección y comunicada por el Bautismo y la Eucaristía” (J. Daniélou, R.S.R. julio-septiembre de 1947, pag. 370).
Figurada por el Éxodo. Se ha dicho que, en el Evangelio según San Juan, “la narración evangélica se desarrolla en el trasfondo del Éxodo, el misterio pascual típico” (Durrwell). La estancia de los hebreos bajo las tiendas está evocada en el Prólogo del citado evangelio y el capítulo 7 lo recuerda más explícitamente, cuando Jesús asiste a la Fiesta de los Tabernáculos (es decir, de las Tiendas), que conmemoraba aquella época. En el Evangelio de San Juan se compara la exaltación de Cristo en la cruz a la de la serpiente de bronce cuya contemplación conservaba la vida a aquellos que habían sido mordidos por las serpientes:
“Et sicut Moses exaltavit serpentem in deserto, ita exaltari oportet Filium hominis” (Jn 3, 14; cfr. Núm 21, 9).
El anuncio de la Eucaristía , en este Evangelio, se acompaña con el recuerdo del maná:
“Hic est panis de caelo descendens ut, si quis ex ipso manducaverit, non moriatur” (Jn 6, 50; cfr. Ex 16, 13).
Y Jesús queda identificado con el cordero pascual cuyos huesos no debían romperse:
“Altera die videt Iohannes Iesum venientem ad se et ait: "Ecce agnus Dei qui tollit peccatum mundi.” (Jn 1, 29; cfr. Ex 12, 46).
Cumplida por la Pasión y la Resurrección.- Jesús, en repetidas ocasiones, habla de su hora como del acontecimiento central esperado, aceptado en la obediencia y en el amor y que finalmente llega, dando a los otros acontecimientos su sentido y su valor. Esta hora es la hora de paso a la Gloria. El anuncio de ese “paso” es una constante en el evangelio de San Juan, desde la profecía del templo destruido y reconstruído hasta la oración sacerdotal después de la Cena. La idea fundamental que aclara el manojo de las alusiones y símbolos relativos a la “hora” de Cristo, es el cumplimiento de su misión, ligada a su glorificación; como si en la Encarnación no alcanzara su eficacia completa mas que en el paso a la gloria por la cruz:
Respondit Iesus et dixit eis: "Solvite templum hoc et in tribus diebus excitabo illud." (Jn 2, 19)
Iesus autem respondit eis dicens: "Venit hora, ut clarificetur Filius hominis. 2 Amen, amen dico vobis: Nisi granum frumenti cadens in terram mortuum fuerit, ipsum solum manet; si autem mortuum fuerit, multum fructum adfert. Qui amat animam suam, perdet eam; et, qui odit animam suam in hoc mundo, in vitam aeternam custodit eam. Si quis mihi ministrat, me sequatur, et ubi sum ego, illic et minister meus erit; si quis mihi ministraverit, honorificabit eum Pater meus. Nunc anima mea turbata est. Et quid dicam? Pater, salvifica me ex hora hac? Sed propterea veni in horam hanc. Pater, clarifica tuum nomen!" Venit ergo vox de caelo: "Et clarificavi et iterum clarificabo." (Jn 12, 23-28)
Ante diem autem festum paschae, sciens Iesus quia venit eius hora, ut transeat ex hoc mundo ad Patrem cum dilexisset suos qui erant in mundo in finem dilexit eos. (Jn 13, 1)
Jn 17, passim.
Es en el cuarto evangelio donde Jesús se proclama “La resurrección y la vida” :Ego sum resurrectio et vita (Jn 11, 25) y el Templo Real, en donde reside la Gloria de Dios (cfr. Daniélou, Le Signe du Temple, cap.3)
“En la parábola del Buen Pastor parece, a primera vista, que la salvación se había realizado por la sola venida de Cristo. Jesús y su rebaño se conocen de este conocimiento que es posesión mutua y comunión de vida. Pero, rápidamente se hace evidente que Cristo no alcanza los objetivos de su venida terrestre si no muere y resucita. Las ovejas de fuera no podrían oír el grito del Pastor más que con esta condición. Esta muerte y esta resurrección no están destinadas solo a traer la unidad a las ovejas extrañas a Israel, sino que constituyen el punto capital del programa de Cristo: “El Padre me ama porque doy mi vida y la tomo de nuevo…este es el mandato que recibí de mi Padre” (F.X. Durrwell; cfr. Jn 10, 11-18)
Comunicada por el Bautismo y la Eucaristía.- San Juan elige los episodios de la vida de Jesús en cuanto están en relación con el Bautismo y la Eucaristía, que se anuncian siempre como ligados al Misterio Pascual. Los sacramentos son los signos eficaces de la Nueva y Eterna Alianza que el Misterio Pascual realiza. Fue un “Renacimiento del agua y del Espíritu” lo que Cristo anunció a Nicodemo: “nisi quis renatus fuerit ex aqua et Spiritu non potest introire in regnum Dei” (Jn 3, 5). El agua ofrecida a la Samaritana es “la fuente que salta hasta la vida eterna”: Sed aqua quam dabo ei fiet in eo fons aquae salientis in vitam aeternam (Jn 4, 14). En la curación del paralítico de Betzata, la imagen de las aguas expresa, en su emanación, el origen del tema bautismal de la Vida (Jn 5). El capítulo 6, consagrado a la multiplicación de los panes y a los discursos sobre el Pan de Vida, está relacionado con la Eucaristía de la cual el Banquete de Caná (cap. 2) fue el primer tipo.
El evangelio de San Juan, al mismo tiempo, el más espiritual y el más sacramental, se encuentra dominado por esta idea de que por una parte es “es el Espíritu el que vivifica”, puesto que “la carne nada aprovecha” (Jn 6, 61) y por otra parte, que es la carne resucitada de Cristo, vivificada por el Espíritu Santo, la que da vida a los hombres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario