viernes

Revelación de la Civitas Dei


He visto la danza amorosa de las esferas. Y yo –extasiado- en el medio de aquellas comprendí que también era uno más en la magia tan pleno regocijo.

Entonces mi voz no tuvo sino el eco de una sola sinfonía que es la del Todo, y la fraternidad dejó de ser un ideal para transmutarse en una realidad del Eterno Presente.

La vieja ciudad en ruinas despedía el humo del fragor de la última batalla, pues la ignorancia yacía inmóvil como ofrenda y signo de un holocausto pasado, y dábase paso al Sol Perpetuo por el cual todos no somos sino ya hermanos.

Discurría fresco el rocío por las hojas, las flores y los frutos siempre frescos, y saciaban así –sin pudor- el hambre y la sed de los sencillos de corazón.

Solo los pájaros saludaban con su trino la majestad de tan noble silencio; pero ese canto suyo se integraba al Todo en un perfecto canon.

Pasaron los ayes y la cena de las bodas del Cordero se ofrecía en nuestros corazones redimidos.

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