La prefiguración de una filosofía emparentada con la física más de vanguardia suele escarapelar el pellejo de algunos profesores empotrados en los viejos dogmas. Y es que una cosa es te digan que su existencia se resume a un montículo de partículas más o menos ordenadas de un modo eficaz en una suerte de mezcla de tinka con big bang batido en una coctelera darwinista -y que te da carta libre para toda suerte de tropelías de la que no sales sino convertido en
Ciorán (el patético suicida que jamás se suicidó) o como émulo de Hugh Hefner, en el mejor de los casos; ósea, la Nada Radical. Y otra cosa muy distinta es descubrir que en este aparente caos oficia sutilmente el Plan Supremo de Algo Supremo, que la incertidumbre se redime por la voluntad, y que en esa arquitectura impecable todos somos parte de un Todo, como en los fractales. Y es que según la Mecánica Cuántica, los conceptos de dualidad onda-partícula, la indeterminación entre la energía y el tiempo y el carácter no-local de la realidad que consiste en que los objetos físicos pueden interactuar e intercambiar información instantáneamente aunque estén separados a distancias prácticamente infinitas, son parte esencial de la naturaleza del mundo físico. Estos efectos, han sido medidos y comprobados muchas veces en muchos experimentos que hoy en día ya son clásicos. Verbigracia: los experimentos sobre la no-localidad de Alain Aspect basados en el Teorema de las Desigualdades de John Bell y el fenómeno de Quantum Entanglement, el efecto Casimir basado en la interacción del vacío y la energía del punto cero (causado por los procesos virtuales de creación-aniquilación de partículas que ocurren en el vacío físico), el Efecto Túnel, el Efecto Mossbauer, etc. En ellos, dado que el observador final de la realidad física es la conciencia y dadas las pequeñas distancias donde ocurren los fenómenos físicos que soportan la existencia de la conciencia, resulta entonces plausible que exista una teoría de la conciencia donde se apliquen las mismas leyes de la Mecánica Cuántica que han tenido tanto éxito explicando la realidad física a nivel atómico y subatómico.
Pero claro, para los disc-jockeys mas cool de la Caverna semejantes aguafiestas fisicocuánticos deberían ser despellejados en algún rincón de Guantánamo para evitar complicaciones, habráse visto. Y en ese trance macanudo se queda cavilando en la nada el gato negro que es la reencarnación involutiva de Sartre y se hasta se retuerce de terror el perro arrepentido que últimamente ya estaba pensando en acogerse a las tarifas de Telmex.
Cerca de todo aquello estuvo Berkeley, con toda su radicalidad. El singular Obispo de Canterbury, cuyo lema "esse est percipi" para estar hecho a la medida de las indagaciones de Heisemberg. A Berkeley lo esquilmaron casi todos, pero ahora en que nos damos cuenta de la fantasía endeble en que habitamos, volvemos por allá; a ese Reino que "no es de este mundo", como bien dijo Cristo.
Berkeley con su famosa disputa sobre los algoritmos con Halley, logró demostrar eficazmente que aquéllos que se quejan sin razón de la incomprensibilidad científica de la religión, aceptan una ciencia que, en su raíz misma, es incomprensible y cuyas conclusiones se apoyan en raciocinios que la propia lógica no acepta.
Berkeley, en efecto se anticipó a la física cuántica; de la que por cierto parecen haberse aprovechado para bien los charlatanes del mercado, por un lado; pero también los necios reaccionarios, por el otro. Berkeley afirma: "Es evidente para cualquiera que examina los objetos del conocimiento humano, que estos son, o bien ideas impresas en los sentidos; o bien aquellos que percibimos poniendo atención a las pasiones y operaciones de la mente; o finalmente ideas formadas con la ayuda de la memoria y de la imaginación ya sea comprendiendo, dividiendo o escasamente representando aquellos objetos percibidos originalmente en las formas ya mencionadas. Por mi vista tengo las ideas de la luz, colores con sus varios grados y variaciones. Por mi tacto percibo lo duro y lo suave, calor y frío, movimiento y resistencia y de todos ellos más o menos en cuanto a grados o cantidad. El olfato me proporciona olores, el paladar sabores, el oído transmite sonidos a la mente en toda su variedad de tono y composición. Y como muchos de estos, se observa, se acompañan unos a otros aparecen marcados con un solo nombre y considerados como una sola cosa. Así por ejemplo un cierto color, olor, figura y consistencia aparecen a menudo combinados y se consideran como algo distintivo dado por el nombre "manzana"; otras colecciones de ideas constituyen una piedra, un árbol, un libro y objeto similares que como son agradables o desagradables excitan las pasiones de amor, odio, alegría, tristeza y así otros sentimientos. "
Una correcta percepción de la cuántica nos permitirá comprender que efectivamente la única Realidad es el Amor Absoluto que Juan de Patmos llama Dios, amor del que somos imagen y semejanza; por lo tanto lo percibido es apariencia de esa Mega Conciencia. Sucede simplemente que a causa del egoísmo nos hemos sumergido en los códigos aparentes de ese otro mundo irreal, donde no nos puede esperar sino el dolor. aquella es la Ciudad de los Hombres a la que se refería Agustín; La Superior es la Civitas Dei, la que está en la armonía de la conciencia individual con la Conciencia Suprema que es el Amor de Dios que todo lo sustenta. Aquel sería el esbozo de nuestra redención cuántica, y por la que, sin duda, volveremos tantas veces como sea preciso; ya que es algo que no ha podido ser comprendido cabalmente por los propios místicos cristianos, salvo las grandes excepciones.

Pero claro, para los disc-jockeys mas cool de la Caverna semejantes aguafiestas fisicocuánticos deberían ser despellejados en algún rincón de Guantánamo para evitar complicaciones, habráse visto. Y en ese trance macanudo se queda cavilando en la nada el gato negro que es la reencarnación involutiva de Sartre y se hasta se retuerce de terror el perro arrepentido que últimamente ya estaba pensando en acogerse a las tarifas de Telmex.
Cerca de todo aquello estuvo Berkeley, con toda su radicalidad. El singular Obispo de Canterbury, cuyo lema "esse est percipi" para estar hecho a la medida de las indagaciones de Heisemberg. A Berkeley lo esquilmaron casi todos, pero ahora en que nos damos cuenta de la fantasía endeble en que habitamos, volvemos por allá; a ese Reino que "no es de este mundo", como bien dijo Cristo.
Berkeley con su famosa disputa sobre los algoritmos con Halley, logró demostrar eficazmente que aquéllos que se quejan sin razón de la incomprensibilidad científica de la religión, aceptan una ciencia que, en su raíz misma, es incomprensible y cuyas conclusiones se apoyan en raciocinios que la propia lógica no acepta.
Berkeley, en efecto se anticipó a la física cuántica; de la que por cierto parecen haberse aprovechado para bien los charlatanes del mercado, por un lado; pero también los necios reaccionarios, por el otro. Berkeley afirma: "Es evidente para cualquiera que examina los objetos del conocimiento humano, que estos son, o bien ideas impresas en los sentidos; o bien aquellos que percibimos poniendo atención a las pasiones y operaciones de la mente; o finalmente ideas formadas con la ayuda de la memoria y de la imaginación ya sea comprendiendo, dividiendo o escasamente representando aquellos objetos percibidos originalmente en las formas ya mencionadas. Por mi vista tengo las ideas de la luz, colores con sus varios grados y variaciones. Por mi tacto percibo lo duro y lo suave, calor y frío, movimiento y resistencia y de todos ellos más o menos en cuanto a grados o cantidad. El olfato me proporciona olores, el paladar sabores, el oído transmite sonidos a la mente en toda su variedad de tono y composición. Y como muchos de estos, se observa, se acompañan unos a otros aparecen marcados con un solo nombre y considerados como una sola cosa. Así por ejemplo un cierto color, olor, figura y consistencia aparecen a menudo combinados y se consideran como algo distintivo dado por el nombre "manzana"; otras colecciones de ideas constituyen una piedra, un árbol, un libro y objeto similares que como son agradables o desagradables excitan las pasiones de amor, odio, alegría, tristeza y así otros sentimientos. "
Una correcta percepción de la cuántica nos permitirá comprender que efectivamente la única Realidad es el Amor Absoluto que Juan de Patmos llama Dios, amor del que somos imagen y semejanza; por lo tanto lo percibido es apariencia de esa Mega Conciencia. Sucede simplemente que a causa del egoísmo nos hemos sumergido en los códigos aparentes de ese otro mundo irreal, donde no nos puede esperar sino el dolor. aquella es la Ciudad de los Hombres a la que se refería Agustín; La Superior es la Civitas Dei, la que está en la armonía de la conciencia individual con la Conciencia Suprema que es el Amor de Dios que todo lo sustenta. Aquel sería el esbozo de nuestra redención cuántica, y por la que, sin duda, volveremos tantas veces como sea preciso; ya que es algo que no ha podido ser comprendido cabalmente por los propios místicos cristianos, salvo las grandes excepciones.
2 comentarios:
Basta revisar un poco de entalpía y sus leyes, para darse cuenta de que el universo tiene una tendencia al caos y se requiere de una intervención externa para salir de ese caos y organizarse.
Más claro ni el agua: expontaneamente no se puede organizar el universo solito.
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