lunes

La reveladora experiencia mística de Santo Tomás de Aquino

Existe un hecho enigmático en  la vida de Santo Tomás: la postración nerviosa que sufrió después de la misa del día de San Nicolás (6 de diciembre) de 1273. Fue testigo su secretario, fray Reginaldo de Piperno. Un testimonio indirecto es del napolitano Bartolomé de Capua, que declaró lo que le contó su confesor fray Juan Giudice, que a su vez lo oyó en el lecho de muerte de fray Reginaldo de Piperno. La declaración de Bartolomé de Capua en el proceso de canonización (1319-1321) fue la siguiente:

"Celebrando misa en la capilla de San Nicolás, fue conmovido por un maravilloso cambio y después nunca escribió ni dictó nada. Es más, retiró todos los instrumentos de escribir. Estaba trabajando en la tercera parte de la Suma, el tratado de la penitencia. Viendo fray Reginaldo que el maestro había cesado de escribir, le dijo: "Padre, ¿por qué dejas una obra tan grande que redundaría en alabanza a Dios y sería para luz del mundo?". A lo que respondió el maestro: "Reginaldo, no puedo". Temiendo fray Reginaldo que tanto estudio le hubiera debilitado la mente, le insistía siempre para que continuase escribiendo. Y fray Tomás le respondía: "Reginaldo, no puedo, porque todo lo que he escrito me parece paja". Y añadió fray Tomás, después de mucha insistencia de su secretario: "Todo lo que he escrito me parece paja respecto de lo que he visto y me ha sido revelado".

Así pues ese día Santo Tomás tuvo una experiencia misteriosa, secreta, oculta (que eso quiere decir mística), que por eso mismo no nos podemos explicar bien. Pero nos interesa reflexionar un momento desde este lado de la experiencia mundana, si tuvo motivo Santo Tomás en despreciar su obra escrita, considerándola poco menos que basura.

La Suma Teológica es admirable, pero no es más que el producto de la mente de un hombre que vivió en nuestra tierra, en nuestro tiempo. Es una obra genial, pero es obra humana. Como tal, Tomás de Aquino debía mucho a los filósofos que le precedieron, comenzando por Platón y Aristóteles. Casi se le podría reducir a la condición de peripatético (nunca aprenderemos bastante de su modestia intelectual). Y la sucesión en los últimos siete siglos de estudiosos de su obra, los tomistas, atestigua que Tomás no fue un ángel, sino tan sólo un hombre al que podemos entender, porque hablaba nuestro propio lenguaje y razonaba como nosotros.

Lo que puede alcanzar la mente del hombre para explicar los misterios, incluso una mente genial como la de Tomás, es bien modesto. El gesto del maestro, arrojando a un lado sus escritos como si fuesen basura y desperdicio, nos enseña a comprender el corto alcance de la especulación filosófica en su esfuerzo comprensivo de la realidad. Siempre quedarán fuera de nuestra mirada zonas en sombra y caras ocultas de las cosas, y permanecerá velada para nosotros la razón última de que exista la realidad.

Los diversos testimonios del proceso de canonización, pueden leerse en la biografía de Santo Tomás de Aquino, del profesor Eudaldo Forment, El oficio de sabio (Barcelona, Editorial Ariel, 2007, páginas 210-216).

No hay comentarios: