domingo

La ecología del resentimiento panteísta y la ecología fraternal cristiana

La reciente presencia de Leonardo Boff –el ex franciscano que escupe sobre las llagas del Poverello de Asís- en una ceremonia en honor de la diosa “pacha mama” junto a lo más pintoresco de la escena “política” del resentimiento pseudo-indigenista de Sudamérica confirma, de alguna manera, lo que anteriormente hemos señalado: la fachada conceptual que significaron las teologías (mas bien herejías) de la liberación en cuanto puentes hacia una anarquía religiosa profundamente superficial que secunda el movimiento “new age” desde alguna tenebrosa logia que depende sin duda, a su vez, del mismo sanedrín de los escribas.
La idolatría indigenista de adorar como dioses al sol, a la luna, a la “pacha mama” (madre tierra), etc. no tiene ni siquiera un punto en común con la “fraternidad con lo creado” que signa el
pensamiento ecologista franciscano. Esto lo hemos señalado en una anterior oportunidad.
El ecologismo no es patrimonio de las izquierdas. El cristianismo ha ido siempre a la vanguardia en la defensa del medio ambiente incluso en las épocas en los que este delicado asunto no tenía la importancia que hoy se le debe. Ahora bien, el panteísmo ecologista de cierta
izquierda y el ecologismo cristianismo-franciscano tienen en común, hoy en día, determinados mecanismos de atención por parte de las masas: en ambos casos se incide, por ejemplo, en censurar el egoísmo humano como “causa causorum” de la progresiva degradación de los recursos naturales, de la desmedida destrucción de los ecosistemas y de los estilos de vida naturales de las comunidades en pro de una sed industrial que beneficia a unos pocos. Pero, los afanes de la izquierda política panteísta son diametralmente opuestos a los del ecologismo franciscano. La izquierda usa como pretexto (todo en forma política terrena es siempre un mero pretexto para enarbolar un discurso que no tiene otra finalidad que el poder) su “ecologismo” para plantear alternativas políticas y religiosas bien definidas en su discurso: la erección de un sistema de opresión comunista frente a la opresión capitalista del industrialismo brutal y, un paganismo que ponga en jaque la autoridad del cristianismo.
En el ecologismo franciscano puro la armonía con lo creado es solo un anticipo de la Gloria del Cielo y una manifestación externa de la obediencia a los mandatos divinos de administrar lo creado (Gn 2, 15).

El panteísmo de las filosofías del resentimiento, de las teologías yanaconas además se somete a lo creado en una suerte de religión primitiva: “la tierra es la diosa, nosotros sus hijos oprimidos; ergo, hay que defender a la diosa”. El cristianismo, en cambio, es una religión superior en donde ya no existe esa dependencia infantil, ese miedo antropológico a los objetos de la creación; el cristiano tiene potestad sobre lo creado:
“Quid est homo quod memor es eius aut filius hominis quoniam visitas eum, minuisti eum paulo minus ab angelis gloria et honore coronasti eum et constituisti eum super opera manuum tuarum” ¿Qué es el hombre para que de él te acuerdes, y el hijo del hombre para que de él te cuides? Y lo has hecho poco menor que Dios, le has coronado de gloria y honor. Le diste el señorío sobre las obras de tus manos, todo lo has puesto debajo de sus pies. (Sal 8, 5-7)
Es decir, la autoridad del hombre sobre lo creado le da potestad, pero también tiene limitada esa potestad en virtud de la “santa obediencia” que Dios le impone: “Cuida de mi obra”. En esta síntesis surge la fraternidad del hombre con lo creado. La ecología franciscana nunca alaba la naturaleza en sí misma como Dios o como formas de Dios –como en la teología de Miguel de Servet, por ejemplo-, sino como expresión de la bondad divina y también con una plausible admiración fraternal: Por eso San Francisco de Asís no alaba a la “hermana madre tierra” en sí misma, sino que alaba la bondad de Dios a través de ella:
“Laudatus sis, mi Domine, propter sororem nostram matrem terram, quae nos sustentat et gubernat, et producit diversos fructus cum coloratis floribus et herba” (Canticum Fratris Solis).
Queda en evidencia pues la flagrante desnaturalización de los principios del ecologismo cristiano-franciscano por parte de ciertos teólogos de la liberación en pro de un panteísmo y una sed de afinidad antinatural con las reivindicaciones de las culturas oprimidas (justas en cuanto a su afán, pero injustas en cuanto a sus substrato conceptual) descartando así la rica tradición cristiana basada en el reinado social de Jesucristo que basta y sobra para defender toda dignidad humana y toda reivindicación ecológica (en base a la fraternidad genésica universal). Culpa de ello tiene la exagerada ansiedad que estos tienen por emparejar el cristianismo con los sofismas marxistas, algo tan necio como emparentar los dogmas de Satanás con la Buena Nueva. El evangelio es tajante en afirmar que “no se puede servir a dos amos al mismo tiempo”.
En la lógica del pensamiento marxista, "el análisis" no es separable de la praxis y de la concepción de la historia a la cual está unida esta praxis. El análisis es así una herramienta de crítica, y la crítica no es más que un instante de combate revolucionario. Este combate es el de la clase del proletariado “ungido” de su misión histórica. En consecuencia, para ellos, sólo quien participa en este combate puede hacer un análisis correcto. Por esto ellos, en tal afán, llegan al límite de identificar a Dios con “Historia” y los dones del Paráclito de fe, esperanza y caridad como "fidelidad a la historia", "confianza en el futuro", "opción por los pobres". Ya en este extremo su ecologismo no es la “caridad fraternal” franciscana, sino una abierta defensa revolucionaria del hábitat (y del panteísmo) de los pobres contra la explotación capitalista. Entonces la teología cae por los suelos, y se subordina todo a un criterio político dependiente de la teoría de la lucha de clases, que es para ellos motor de la historia.
Queden pues advertidos los ecologistas cristianos sinceros de caer en las trampas sofistas de los enemigos de Cristo que, con tan hábiles argucias, manipulan los justos sentimientos de reivindicación de las masas en pro de las patrañas del Anticristo.

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